Pedro Calvo Hernando.- Periodismo de escándalo

MADRID 18 Jun. (OTR/PRESS) -

La sentencia condenatoria contra Federico Jiménez Losantos es un suceso importante en el orden del papel de los medios de comunicación en la vida nacional. Porque este hombre no es un periodista cualquiera, sino el locutor estrella de la emisora de la Conferencia Episcopal, que siempre lo ha apoyado, a pesar de que su estilo y los contenidos de sus alocuciones suelen ser lo más distante de la objetividad y del tratamiento sosegado y constructivo de los problemas nacionales. En cuanto al trato a las personas, los insultos, las injurias, las campañas de desprestigio no tienen parangón en el panorama de la comunicación de España. Su programa de las mañanas de la COPE lleva años levantando la indignación de muchas gentes normales y sencillas, que no entienden -entre ellos muchos creyentes- cómo es posible que desde la emisora oficial de la Iglesia Católica, o de la Conferencia Episcopal, que no sé si hay alguna diferencia entre ambos conceptos, se profieran tantos improperios, vejaciones, injurias y falsas atribuciones contra todo bicho viviente.

No se trata de demonizar ni a la COPE ni a la persona de su más famoso locutor, ni de ignorar que en el panorama periodístico español existen no pocos ejemplos de comportamientos radicalmente inadecuados, que poco o nada tienen que ver con la libertad de expresión. Lo que quiero resaltar, a propósito de esta condena, derivada de una querella del alcalde de Madrid, es que el caso de Losantos es paradigmático y especialmente escandaloso, de una forma indeseable de practicar el oficio del periodismo, como reconoce la inmensa mayoría de la profesión y de los sectores sociales con específica sensibilidad en estas materias. Esta profesión no goza de un excesivo prestigio social, por lo que más valdría evitar fenómenos como el del periodista ahora condenado. Pero su ubicación en la emisora católica es particularmente odiosa para cualquier persona que se sienta cristiana, pues los mensajes emitidos son de lo más anticristiano que se pueda imaginar.

Pedro Calvo Hernando.