Al margen.- Heridos de guerra

Europa Press Sociedad
Actualizado: martes, 13 noviembre 2007 18:45

Los tres aviadores españoles secuestrados en Chad, el piloto, el copiloto y el auxiliar de la aeronave que los traficantes de niños de 'El Arca de Zoé' habían fletado para una de sus operaciones de contrabando humano, han sido finalmente liberados, aunque aún no se sabe qué parte ha tenido en ello la débil diplomacia española en África.

No era cosa, ciertamente, de plantarse allí en plan chulo, como Sarkozy, para agarrar de las solapas a las corrompidas autoridades locales, pero no tanto porque semejante actitud contraviene las normas de la diplomacia, como porque España no está en condiciones ni de contravenirlas, al carecer, al contrario que Francia, de la menor capacidad intimidatoria.

Sea como fuere, la cuestión, y bien jubilosa por cierto, es que tres españoles con toda la pinta de ser inocentes de los cargos que se les imputaban han salido, o les han sacado, de la angustiosa y kafkiana realidad en que acabó una jornada rutinaria de trabajo, un 'charter' de Chad a París en buenas condiciones meteorológicas.

Sin embargo, queda otra cuestión, la cuestión fundamental por cierto: la del destino de esas decenas de criaturas condenadas al secuestro en cualquier caso, al secuestro de su bienestar, de su porvenir, de su dignidad humana, y de las que nadie parece ya acordarse.

Embaucados con camisetas de fútbol, absurdamente disfrazados de heridos de guerra (pues lo son en verdad), comprados probablemente a sus mayores con cuatro perras o con promesas imposibles, los niños víctimas de la abortada expatriación van desapareciendo de los noticiarios occidentales a medida que se va resolviendo a favor la suerte de los implicados europeos.

Ni existían antes para el mundo (salvo como atractivos niños adoptables) ni han cobrado existencia, pese a tanto ruido a su alrededor, ni después ni ahora.

Rafael Torres

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