MADRID 25 Mar. (OTR/PRESS) -
Resulta cuando menos paradójico que los naturales del país donde más se consume todo tipo de drogas se declaren felices, a menos que mientan o que sean felices, bien que en la modalidad del aturdimiento, por la ingesta inmoderada de alcohol, opiáceos, derivados del cáñamo y demás estupefacientes. Porque si éstos cumplen, como lo vienen haciendo desde tiempos remotos, la función de evasores de la realidad cuando ésta es dura, difícil, sórdida e insoportable, cabría interpretar los resultados de la reciente encuesta sobre la felicidad de los españoles realizada por una conocida marca de bebidas refrescantes como fruto, y bien inquietante por cierto, de la incongruencia.
Diríase que se droga uno (con coca, con ansiolíticos, con calimocho, con las compras o con el trabajo) porque uno no es feliz, o bien porque uno aspira a un tipo de felicidad incompatible con sus posibilidades o con la propia naturaleza de la vida, pero los españoles debemos estar hechos de otra pasta, pues poniéndonos hasta arriba de todo desde los trece años, nos declaramos, no obstante, muy felices. Como el refresco que ha hecho la encuesta es americano, los resultados obtenidos tenían que ser del tipo de los que hacen innecesaria, por rematadamente obvios, la encuesta, pero no aclaran si se han obtenido de encuestados drogados o serenos. Así, mientras parece sensato que ser joven, gozar de buena salud, tener pareja, uno o dos hijos y una economía saneada se interprete como altamente contributivo a la felicidad, lo de que las rauniones familiares tipo Navidad o vacaciones contribuye también parece, en cambio, consecuencia de algún tipo de intoxicación por sustancias indeterminadas. Lo más probable, sin embargo, es que los encuestados mientan como bellacos, cual por lo demás suele hacerse cuando a uno le preguntan algo, y que no sean ni felices ni infelices, sino todo lo contrario.
Por lo que uno ve todos los días y en cualquier parte, lo más seguro es que creamos ser felices porque hemos cambiado la felicidad, sencillamente, por su simulacro, por las diversas formas, mucho más asequibles, de su simulacro.
Rafael Torres.