MADRID 10 Jun. (OTR/PRESS) -
El cambio climático no sólo provoca en la Tierra los indeseables efectos de toda índole que vamos conociendo, sino que subvierte el sentido de conceptos tan elementales como el del frío y el calor, de suerte que en pleno calentamiento global hace un frío de mil demonios. En efecto; por mucho que la Ciencia nos diga que los inviernos son más cálidos y los veranos más tórridos, lo que percibimos es inviernos más o menos igual de horribles que siempre, con sus heladas, sus escarchas, sus nieves y sus gripes, y veranos que, salvo por las episódicas olas de calor, no terminan de cuajar y que, sobre provocar la ruina de los heladeros y de los fabricantes y tenderos de ropa veraniega, no alcanzan a instalar en nuestros corazones ni el placer muelle del calor ni el placer fantástico, lujurioso casi, de sus remedios.
Sin embargo, y pues todo en la vida es susceptible de empeorar, resulta que ahora, a mediados de junio, cuando sin calentamiento global siempre hizo un calor importante en Iberia, no sólo hace el mismo tiempo desagradabilísimo que viene haciendo desde abril, sino que, encima, y con este tiempo absurdo y atroz, se ha desatado una ola de acopio y acaparamiento que amenaza con vaciar los anaqueles de los supermercados, los depósitos de las gasolineras y todo lo habido y por haber. Con calorcito, con aquél excelso calorcito de junio anterior al calentamiento de la atmósfera, nunca pasaría ésto, pero no únicamente porque el menor consumo de petróleo habría limitado el margen de extorsión de los países (empresas) productores de crudo, sino porque la consagración de la primavera y los timbales de la sangre que anunciaban el verano suscitando el confort y la alegría correspondientes lo habrían impedido.
El gobierno, que no parece existir ni dar señales de vida precisamente cuando podría obrar a fondo, desembarazado de las angustias que le propina el PP, que está de vacaciones pagadas, podría, debería, echar una mano a los transportistas, a los agricultores, a los pescadores y a cuantos no les llega para gasoléo, pero se ve que otro de los efectos del calentamiento, además del frío que hace, es ese, el de inmovilizar a los del gobierno en sus poltronas, donde, como se sabe, no hace ni frio ni calor.
Rafael Torres.