Publicado 28/11/2013 12:00

Rafael Torres.- El horrible caso de los bolsos horribles

MADRID, 28 Nov. (OTR/PRESS) -

La ética y la estética no andan tan lejos la una de la otra como pudiera suponerse. No, al menos, en el caso de los bolsos de la UGT: tan despreciable es el hecho como espantosos los bolsos en sí. Las 700 unidades de ese engendro (ni bolso, ni bolsa, ni maletín, sino producto híbrido como las Preferentes y feo como él solo) que la UGT mandó falsificar en una de esas fábricas asiáticas donde rige la esclavitud para regalárselas a los asistentes de uno de sus congresos, pagadas encima con dinero público, sitúan simbólicamente el grado de corrupción y de zafiedad al que en España se ha llegado, particularmente de la mano de aquellos (partidos, instituciones, sindicatos...) que, traicionando el deber de servir al pueblo, se pasaron con armas y bagajes al Estado para, desde él, desvalijarle salvajemente.

El caso de los bolsos monstruosos de la UGT, desgraciada copia de un diseño poco feliz de una firma española del ramo, no solapa, ni desdice, el sindiós de la corrupción que el juez Ruz investiga en el seno del partido que gobierna, por mucho que a éste y a sus altavoces les venga de perlas esa extensión de la mácula para el funcionamiento de su ventilador. Y no sólo no lo solapa, ni lo desdice, sino que lo completa y fija su alcance: sólo con unos sindicatos dirigidos así, organizados así, financiados así, tan falsificados como sus bolsos, se comprende la extrema facilidad del PP en su política de laminación de los derechos de los trabajadores. A su manera, extremadamente burda como a la derecha le gusta que se conduzcan sus contrarios, la UGT usó de su porción del pastel robado al pueblo español: con los bolsos de 23.000 pesetas, con los bolígrafos de 20 euros, con los banquetes bien regados o con su presencia en los consejos de las Cajas fusionadas en Bankia que hundieron la economía nacional y estafaron a sus clientes.

Tan infame como la criminalización de los sindicatos que desde antiguo hace la derecha, o más, es que éstos no sean, también desde antiguo, verdaderos sindicatos, sino, como los partidos, quintacolumnistas, agencias de colocación, patios de Monipodio, espacio de trujimanes y logreros. Del mismo modo que el juez que mira para otro lado no es un juez, sino un delincuente, el sindicato que manga a la gente amparado por un sistema corrupto, no es un sindicato, sino una banda. Una banda que se lo gasta en bolsos chungos hechos por esclavos.