Rafael Torres.- Al margen.- El despacho de Rajoy

MADRID 26 Jun. (OTR/PRESS) -

Como pronostiqué incluso en sus peores momentos, cuando cada lunes los "críticos" le daban unos disgustos de muerte y los medios de comunicación más "críticos" todavía pedían un día sí y otro también su cabeza, Rajoy ha salido triunfante de esa especie de Congreso de Valencia, ha ahuyentado a los corsarios que querían levantarle el barco y, tomando nota del estilo de su rival, Zapatero, se ha rodeado de colaboradores, secretarios y portavoces enteramente del sexo femenino, lo cual que, en el proverbial mundo machista de la política española, no se traduce tanto en lo igualitario como en lo subalterno, por mucho que la "discriminación positiva" de la paridad pretenda enmascararlo.

Pero tan es así que esa igualación no existe en el nuevo PP, que por lo demás es más viejo que Carracuca, que Rajoy, en su primer despacho con su flamante secretaria general, Dolores de Cospedal, escenificó sin pretenderlo, y posiblemente sin que a día de hoy haya todavía reparado en ello, esa realidad ominosamente asimétrica: según pudimos contemplar en la televisión, mientras Rajoy, sentado muellemente en su pedazo de sillón, ocupaba, él y sus papeles y sus cosas, el noventa por ciento de la superficie del escritorio de su despacho, María Dolores se tenía que conformar con sentarse en una sillica y tomar las notas que le dictaba el jefe en el filo de dicho escritorio.

Ahora bien; cuando el escenario cobró un definitivo e irreversible aire de cosa antigua y clasista fue cuando irrumpió en despacho, para despachar también, la portavoz parlamentaria Saénz de Santamaría, y tuvo que apretujarse con Dolores en el mismo angosto filo de la mesa, en tanto el jefazo parecía degustar así, con semejante plástica, la mieles del poder y del éxito. ¿No sabe Rajoy, por ventura, que despachar, aunque sea en el despacho de uno, es otra cosa?

Rafael Torres.