MADRID 12 Abr. (OTR/PRESS) -
Las dos lupas que tiene Rubalcaba para escrutar las listas electorales de Bildu, la coalición que acoge a Sortu en tanto el Tribunal Constitucional reconoce su legalidad, nos las podía dejar para examinar el resto de las listas y ver si algún chorizo se ha colado en ellas. Porque para los chorizos, como se sabe, regir un ayuntamiento o una concejalía de Urbanismo, y no digamos una comunidad o una consejería del ramo, es mucho más tentador que reventar una buena caja de caudales, pues que no hace falta ni reventar nada siquiera. De ahí que en torno a un centenar de imputados e implicados en casos de corrupción se apresten a someter sus proyectos de operaciones futuras al refrendo de las urnas, refrendo que, por lo demás, conseguirá la mayoría de ellos sin despeinarse.
En realidad, las lupas de Rubalcaba no hacen ninguna falta para la detección de los cacos municipales y espesos: bastaría tener ojos, o haber leído los periódicos, o que en España se valorara la decencia y la honestidad de los cargos públicos. No es ninguno de esos, al parecer, el caso, y ello explica que la presuntas ramas políticas de las tramas Gürtel y Brugal nutran las listas electorales del PP valenciano, que el candidato socialista y actual alcalde de un pueblo de Jaén sea un condenado a seis años de inhabilitación por hacer la vista gorda ante flagrantes delitos urbanísticos, que en otro pueblo tanto el candidato del PP como el del PSOE estén imputados en delitos contra la ordenación del territorio, que "Sandokán", el constructor implicado en la Operación Malaya, se haya inventado su propio partido para concurrir a las elecciones, o que la alcaldesa de Manilva (IU) haya contratado en el ayuntamiento a todos los miembros de la lista de Izquierda Unida y a buena parte de sus familiares.
Se dirá que todos ellos cumplen, pese a las evidencias, con todos los requisitos legales, pero también los cumple Sortu, y ahí tienen a Rubalcaba empleando sus lupas solamente con ellos. Y también puede decirse que el rechazo a Sortu es porque no están claras sus intenciones, lo que, en efecto, le diferencia de otros sospechosos, cuyas intenciones están clarísimas. Ahora bien, en el inquietante estadillo que conforman esas listas están los que están y quienes les votan.