Actualizado 15/12/2012 13:00

Rafael Torres.- Al margen.- Paraíso de notarios y registradores.

MADRID 15 Dic. (OTR/PRESS) -

Salvo los notarios y los registradores de la propiedad, los españoles alucinan con éste Gobierno cuya divisa, de clara tonalidad sádica, es "repartir dolor". Los notarios y los registradores de la propiedad, al ser criaturas como de otro mundo, y desde luego de otra España, no solo no alucinan, sino que se sienten como peces en el agua en la realidad anómala que va construyendo cada día el Gobierno del Partido Popular. ¿Y cómo no se van a sentir como peces en el agua si los primeros podrían hincharse a celebrar bodas y divorcios, a precio de notario naturalmente, y los segundos, ¡ay, los segundos!, ¡ay, los colegas de Rajoy!, están llamados a hacerse con el Registro Civil y a involucrarse a tope en las dilucidaciones derivadas de la reciente ley sobre el aplazamiento de los lanzamientos hipotecarios, esa a la que no puede acogerse prácticamente nadie?

La verdad es que, si no fuera porque a uno se le ocurren oficios mucho más apasionantes, uno no haría ascos a reencarnarse, si es que tal truculencia es posible, en notario o en registrador de la propiedad. Los garbanzos estarían asegurados, incluso los del prójimo. Tan fantásticas son esas profesiones semi-hereditarias de dar fe e inscribir cosas en los estadillos, que permiten sortear las situaciones incómodas gracias a un mecanismo seguramente mágico: de estar notarios y registradores emplazados a devolver los 400 millones de euros que al parecer cobraron indebidamente, de más, en las cancelaciones de las hipotecas entre diciembre de 2007 y mayo de 2012, a desembarcar con gran aparato y magnificencia en la propia Administración del Estado. Qué suerte. Tienen, sí, muchísima suerte, pero, sobre todo, porque en el reparto de dolor a que se entrega tan concienzudamente el Gobierno, a ellos no les toca ni un adarme, ni, por emplear el precioso habla de la tierra donde, según reciente encuesta, el PP perdería hoy abrumadoramente las elecciones que Javier Arenas ganó infructuosamente hace unos meses, ni una miajilla.

Notarios y registradores de la propiedad, oidores y veedores de la realidad, no les alcanzan, sin embargo, sus horrores. Ya eran pudientes, pero a medida que esa realidad se empobrece y degenera, lo van siendo más. Bodas, divorcios, inscripciones varias, radiografías de desahucios, un maná que les cae del mismo cielo que hoy arroja violentamente pedrisco sobre los demás.

Contenido patrocinado