Actualizado 06/02/2008 01:00

Rafael Torres.- Con el mazo dando

MADRID 6 Feb. (OTR/PRESS) -

No se entiende el follón montado a raíz de la última incursión de los obispos en política: lo han hecho siempre. El reino de Cristo que todavía usan como emblema no era de éste mundo, pero el de la Iglesia sí, con la particularidad de que nunca dejó de pretender extenderlo más allá de los límites de sus creencias, invadiendo las de los demás. Extraña religión esa que, como casi todas, no se profesa en el interior, en lo más hondo del que quiere comunicarse con dios, sino en el fragor de la política y del forcejeo constante por el poder terrenal.

Como la Iglesia no es formal y estatutariamente un partido político, es natural que se vincule o se alíe con uno para conquistar ese poder que los obispos, al parecer, tanto anhelan y necesitan, así como para conservar el que tienen y suponen amenazado. Naturales también, por tanto, que pidan el voto para el PP, el partido de las esencias antiguas, y que lo hagan en vísperas de las elecciones. Ahora bien; tan natural como eso es que aquellos que no comulgan con los obispos, cual principalmente es el caso del Estado aconfesional, laico, que agrupa y representa a todos los ciudadanos independientemente de su credo, recuerde a la jerarquía católica la responsabilidad que contrae invadiendo los mundos que no le pertenecen.

Lo singular del caso actual, sin embargo, es que, por una parte, parece ser el partido de las esencias antiguas el más interesado en esa alianza, en esa ligazón más bien, y, por otra, que el Estado o el Gobierno amenace con retirar a la Iglesia los privilegios que nunca debió haberle concedido. En nada varía, en todo caso, el mapa político de cara a las elecciones del 9 de marzo: cada cual está donde está, y la Iglesia, como siempre, a dios rogando y con el mazo dando.

Rafael Torres

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