MADRID 9 Feb. (OTR/PRESS) -
"¡Que no falte de nada!", se les oye decir alos principales candidatos por esos mítines de dios. Pero aunque lo que falta es mucho (y lo que sobra, más), su espíritu, en general romo, no alcanza a vislumbrar otra carencia que la del dinero, de suerte que el descubrimiento (soplado posiblemente por un amigo o un primo ecologista) de que España es cada vez más un secarral, un secarral salvajemente traspasado de ladrillo y cemento para mayor desgracia, les ha lanzado a un puja enloquecida de árboles, esto es, de a ver quien asegura que va a plantar más árboles. Hace un par de semanas, el PSOE se descolgó con la primera oferta, la de plantar un árbol por cada habitante del desierto ibérico, cuarenta y cinco millones de árboles de variado porte e invariable y majestuosa hermosura.
Lamentablemente, y por pretender transmitir una impresión de gente seria que no fía nada al albur, acompañó la oferta del presupuesto estimado correspondiente, con el resultado de que cada árbol salía casi como un piso en Madrid. Bien es verdad que un árbol, uno sólo, vale más, en todos los sentidos, que los tipos que los talan porque sí o que los queman, como también es cierto que, por error humano debido a excitación preelectoral, el cálculo estaba equivocado, pero no lo es menos que aquella primera oferta reveló lo poco impuestos que están los políticos en materia de árboles, pues de estarlo los habrían plantado, unos u otros, ya.
Pero ahora el PP, al que a romo no le gana nadie, ha multiplicado por diez la oferta: si gana, no serán cuarenta y cinco millones de árboles los que nos devuelvan la lluvia, la sombra y la belleza, sino ¡quinientos millones!, aunque Rajoy se ha abstenido, pese a lo dado a la economía que últimamente se nos muestra, de dar presupuesto ninguno por si las moscas. ¡Será por árboles! Les habrán encontrado la utilidad política de que sus ramas no dejan ver el bosque.
Rafael Torres.