Actualizado 25/03/2008 01:00

Ramón Pi.- Desde la libertad.- Alejo García

MADRID 25 Mar. (OTR/PRESS) -

El Sábado Santo de madrugada moría en Málaga Alejo García. Será recordado como el hombre que, con voz entrecortada, dio en Radio Nacional de España la primicia de la legalización del Partido Comunista en 1977, precisamente otro Sábado Santo. La gente es recordada por las cosas más inesperadas y en las circunstancias más sorprendentes: porque los jadeos de Alejo al dar la noticia no se debían a la emoción, sino a que algún genio había instalado la Redacción de los Informativos de Radio Nacional en un piso distinto del estudio, y Alejo llegó sin resuello después de correr por las escaleras y los pasillos del faraónico edificio de la Casa de la Radio, porque quería ser el primero en hacer público aquel hecho clave en la Transición.

Pero Alejo García tiene otros motivos de más fuste para ser recordado: fue un periodista completo, formado en un diario (llegó a ser subdirector de Pueblo), dedicó a la radio los mejores años de su vida, y en la radio introdujo prácticas que hoy parecen cosa corriente, pero que hace más de treinta años eran novedades poco menos que revolucionarias, como abrir los micrófonos a los oyentes en directo. Aquel "Adelante, Albacete" de Directo, directo, un programa que abrió caminos a la radio-reportaje y al contacto inmediato con la gente, marcó una época. Y cuando, siendo director de Informativos de la Cope, dirigió la tertulia La espuela, de audiencia obligatoria durante diez largos años del período llamado felipato en feliz expresión de Víctor Márquez Reviriego, no podía ir por la calle sin que lo parasen para felicitarlo. Fue vicepresidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, y se jubiló tras ser director de Radio Exterior de España

Alejo fue un hombre de pueblo y del pueblo. Tiene una plaza dedicada en su Alhaurín el Grande natal, y nunca se apartó del pueblo llano: fue experto en Concha Piquer, hizo programas taurinos memorables, fui testigo de la adoración que por él sentía Rocío Jurado, y que era, desde luego, recíproca. Y con todos sus defectos y sus flaquezas, que no ocultaba, fue un hombre bueno.

Cuentan que hay por ahí un epitafio malvado que dice así: "Aquí yace Fulano de Tal. Hizo el bien y el mal. El bien lo hizo mal, y el mal lo hizo bien". No le es aplicable a Alejo García, porque él, que también hizo, como todos, el bien y el mal, el bien lo hizo bien, y el mal lo hizo mal. Por eso murió reconciliado con Dios des-pués de haberle pedido perdón en el tranco final de su existencia en la tierra, y ahora descansa en paz.

Ramón Pi.

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