Actualizado 21/03/2008 01:00

Ramón Pi.- Desde la libertad.- Una buena causa

MADRID, 21 Mar. (OTR/PRESS) -

De vez en cuando aparecen expresiones que todo el mundo acepta como si nada, con entera naturalidad, aunque expresen falsedades de a kilo. Una de ellas es "la buena causa". A fines del año pasado, varios colectivos tuvieron la ocurrencia de hacer full monty en versión calendario, esto es, aparecer en pelota picada en la ilustración de cada mes, aunque, eso sí, guardando las previsibles precauciones que habrían convertido ese material de impúdico en pornográfico. Eso hicieron, creo recordar, policías municipales de Pinto, San Sebastián de los Reyes, Benicassim o Alhama de Granada, empleadas de la compañía aérea Ryanair o alumnos de la Facultad de Químicas de la Universidad de Oviedo, entre otros.

La fórmula full monty consiste en imitar a los personajes de la película de este título -obreros parados a los que nadie hacía caso- y exhibir la propia desnudez con ánimo de llamar la atención o allegar fondos a favor de una causa determinada, bien sea una crisis empresarial, un hospital para minusválidos, un viaje de fin de carrera o lo que fuere. En los reportajes de radio y televisión, los reporteros, habitualmente reporteras muy sensibles y tiernas de corazón, remataban sus intervenciones sobre estos calendarios con el soniquete: "Si es por una buena causa..." Y con eso, todo quedaba ya no sólo justificado, sino que pasaba de ser algo reprochable a convertirse en una actividad poco menos que ejemplar.

Es sorprendente la cantidad de personas llenas de buenos sentimientos que defienden simultáneamente estas dos proposiciones incompatibles entre sí: que el fin no justifica los medios, y que puede hacerse algo reprobable si es por una buena causa. Lo primero lo defienden con la cabeza; lo segundo, con el sentimiento. Y con esta especie de esquizofrenia vamos tirando.

Lo malo es que, por seguir con el caso, se empieza con la buena causa de alle-gar fondos para los afectados de parálisis cerebral, se continúa con un placentero viaje de fin de carrera, y se acaba con los llamados bebés medicamento, concebidos (normalmente a costa del sacrificio de varios embriones no aptos) no porque se les quiera por ellos mismos, sino porque pueden ser una herramienta para la curación de un congénere, lo que implica un radical desprecio a la dignidad cuyo respeto merece todo ser humano. Ya antes, y no hace tanto tiempo, fueron sacrificados millones de judíos para preservar la raza aria de mezclas inconvenientes. Para los nazis, aquélla era también una buena causa.

Ramón Pi.