MADRID 17 Jun. (OTR/PRESS) -
Finalmente (al menos por ahora, que diría el conde de Romanones), los camioneros han desistido de bloquear el tráfico en las carreteras y de amenazar y coaccionar a los transportistas que no querían secundarlos en su actitud. Ésta es una buena noticia, porque es evidente que una mayoría aplastante de ciudadanos estaba claramente en contra del sabotaje a que se veía sometida.
Sin embargo, no puedo evitar sentirme preocupado por el modo como se han desarrollado los acontecimientos. La Guardia Civil, desde luego cumpliendo órdenes del Gobierno, bloqueó en Benavente a los camiones que se dirigían a Madrid sin carga, porque les presumió una actitud contraria al orden público, y los obligó a permanecer inmovilizados durante varias horas. Los así tratados por los agentes de la autoridad se quejaron de haber sido "secuestrados", esto es, objeto de una detención ilegal.
¿Tenían razón los camioneros al protestar por su inmovilización forzosa? Es probable que la tuvieran, porque no existe más soporte legal para la actitud de la Guardia Civil que el margen de discrecionalidad que las propias leyes otorguen a la fuerza pública para evitar o prevenir desórdenes. La cuestión es si ese margen incluye lo que hicieron.
Mi posición respecto de esta falsa huelga de transportistas es de comprensión hacia las dificultades que atraviesan, pero de rechazo total a sus modos de comportarse. Es probable que los camioneros que se declararon secuestrados se dirigieran hacia Madrid con la intención de volver a bloquear los accesos a la capital. Pero me parece igualmente probable que la Guardia Civil actuó, más que con discrecionalidad, con verdadera arbitrariedad.
En virtud de lo que llevo dicho, mi preocupación por la actuación de la fuerza pública en este caso se funda en la pura defensa propia: si ahora acepto este modo de proceder de la Guardia Civil para que logre algo que me conviene, ¿con qué autoridad podré quejarme de una acción arbitraria semejante cuando haga lo mismo para lograr algo que no me convenga?
Ramón Pi.