MADRID 8 Jun. (OTR/PRESS) -
La España de charanga y pandereta, la ultramontana, la del Plácido de García Berlanga, triste, oscura y con olor a rancio, sigue vigente hoy, viva y coleando, hermanada con esa otra España del AVE y de la globalización y del móvil y de Internet. Caminan tan juntas, tan de la mano, que a veces resulta imposible diferenciarlas, porque una está encastrada en la otra, parasitándola. El Ayuntamiento de Morón de la Frontera, y más concretamente de su alcalde Manuel Montilla, ha dado un claro ejemplo de esa convivencia. Un Ayuntamiento moderno, de una ciudad moderna, con oficina virtual en la red y cuyo regidor se comunica con sus convecinos mediante su página web, ha nombrado alcaldesa de honor a la Virgen Maria Auxiliadora; y lo ha hecho en una sesión en la que el fanatismo religioso, la intolerancia y la falta de respeto han quedado patentes en unas imágenes que avergüenzan tanto a creyentes como a no creyentes y, sin duda, a la mayoría de los militantes del Partido Popular, al que pertenece el alcalde Manuel Montilla, que no podrán dejar de ver en ese acto el reflejo de uno de sus principales problemas: la de un partido moderno y democrático, parasitado por un grupo, no demasiado concreto ni demasiado definido, que da muestras de añorar las prácticas de otros tiempos en que la religión y la política se mezclaban hasta el punto de confundirse.
Sin duda en Morón de la Frontera, como en toda Andalucía y en todos los pueblos de España, hay una gran mayoría de católicos, más o menos practicantes, y con mayor o menor devoción mariana. Eso está muy bien y es muy respetable, faltaría más, como dice Rajoy, pero hacer que la Virgen se alcaldesa o capitana de la tropa aragonesa forma parte de esa cultura añeja y desfasada que deberíamos desalojar de nuestras vidas y de nuestras costumbres. En primer lugar por respeto a la Virgen que para mucha gente es la madre de Dios y no una regidora municipal.
Y, en la misma medida, el Partido Popular debería desalojar de su seno a quienes lo parasitan confundiendo su verdadera identidad. El alcalde de Morón de la Frontera no es digno de pertenecer a un partido democrático, y quienes dentro del PP se identifiquen con él, defiendan su postura, sus burlas y silbidos a los concejales disidentes, no hacen más que lastrar las posibilidades futuras del partido. Es hora de definirse, de decidir donde se está realmente, si en la modernidad y la democracia o junto a los cernícalos que se sentían muy a gusto con el franquismo y sus modales. Porque hay que sumar, pero sumar no implica aceptarlo todo.
Victoria Lafora