MADRID 22 May. (OTR/PRESS) -
Muchos somos los que desde la legislatura pasada y más exactamente desde que estalló la crisis mundial con tan graves repercusiones para España, venimos exigiendo la necesidad de un consenso de los dos grandes partidos para afrontar una situación que, si siempre fue grave, en los dos últimos años empezó a convertirse en un autentico drama nacional con una escalada del paro verdaderamente insoportable y un crecimiento que iba decayendo hasta la recesión. El entonces presidente Zapatero no supo o no quiso ver la presencia del lobo hasta que le avisaron de Bruselas y nunca sabremos sin entonces ZP intentó verdaderamente llegar a un acuerdo con el PP de Rajoy o sus ofertas eran gestos para la galería mientras pactaba más hipotecas carísimas con los nacionalistas. Volviendo la oración por pasiva, tampoco nunca sabremos si Rajoy decidió aguardar la más que previsible debacle socialista en lugar de echar una mano y "arrimar el hombro" como le pedían -insisto, no sé si de verdad o no- desde el PSOE.
Ahora estamos en las mismas pero al revés y con matices. Rubalcaba anunciaba que el lunes iba a llamar a Rajoy para consensuar una postura común de cara a la cumbre que mantendrán mañana los jefes de Estado y de Gobierno de la UE en Bruselas. La respuesta del PP a este envite más propio de una campaña electoral, ha sido la de que sí, que vale, que toman nota y que a ver cuando encuentran un hueco, un hueco imposible dado el calendario del Presidente que llegará de Chicago con el tiempo justo para ducharse y salir pitando camino de Bruselas. Pero hay en la historia de esta llamada que nunca existió algunos elementos dudosos. El primero la boutade del propio Rubalcaba al asegurar en esa misma entrevista en la cadena SER que no tenía el número de teléfono de Rajoy; semejante tontería te hace sospechar que no va a ser fácil llegar a un consenso si empezamos ya con este tipo de frivolidades. En segundo lugar en el PSOE deberían saber perfectamente el calendario de Rajoy y que un encuentro de esa importancia entre los dos líderes, era imposible antes del miércoles europeo. Y en tercer lugar, y esto es lo más importante, es que si el Partido Socialista no quiso apoyar la Ley de Estabilidad Presupuestaria, pese a ser fruto de un acuerdo entre los dos partidos el pasado verano, no resulta muy creíble la repentina conversión de Rubalcaba en fiel aliado del Gobierno.
Pese a todo yo soy de los convencidos de que Rajoy debería sacrificar la ducha para atender el ofrecimiento del Rubalcaba en lugar de dar largas al asunto. Seguramente en esa conversación de urgencia no se llegaría a ningún acuerdo firme e incluso, posiblemente, no se llegaría ni siquiera a un mínimo consenso, pero tal y como está España, la obligación del Presidente es escuchar a la oposición. Y no sólo es su obligación sino que -entiendo- es lo que estamos exigiendo muchos españoles desde hace mucho tiempo. No sé si aún hay tiempo, pero una llamada se puede hacer hasta desde un avión de regreso a España.
a.aberasturi