Publicado 26/09/2020 08:00

Antonio Casado.- Gana el activismo

MADRID, 26 Sep. (OTR/PRESS) -

Dice Moncloa que la decisión de retener en Zarzuela al Rey, en vez de respaldar arropar su presencia en la entrega de despachos a los nuevos jueces, que acaba de llevarse a cabo en Barcelona sin la acostumbrada presidencia de don Felipe VI, quiso evitar males mayores.

Ningún mal puede ser peor que la claudicación del Estado frente al activismo de un sector localizado en una zona del territorio nacional: el tribalismo de fuerzas políticas que luchan por tener un Estado propio en Cataluña. Básicamente porque el paso atrás del jefe del Estado, por decisión del Gobierno, supone una clara desatención de los catalanes que, en estricta adhesión al orden constitucional vigente, sí celebran las visitas del Rey a Cataluña y sí reprueban las pretensiones independentistas.

No ha habido forma de que el Ejecutivo, sin cuyo respaldo nada puede decidir Felipe VI (excepto los nombramientos de cargos dentro de la propia Casa Real) precise los motivos para vetar la presencia del Rey en la entrega de despachos de una nueva promoción de jueces, rompiendo así una larga tradición. Siempre lo presidió el Rey, de la misma forma que preside habitualmente la inauguración del año judicial en la sede del Tribunal Supremo, la jura del cargo del presidente del Gobierno y sus ministros en el Palacio de la Zarzuela y la apertura solmene de las Cortes al principio de una nueva Legislatura.

Cuando no hay información hay especulación. Bien fundada sobre los antecedentes. Todo cuenta. Desde los ritos de apareamiento con ERC para los "presupuestos de país" hasta la congruencia con la parte del propio Gobierno de confesada aversión a la Monarquía. El resto lo ponen las amenazas de las falanges macedónicas de Torra y el resentimiento "indepe" por el discurso del rey que tronó en 2017 contra quienes quisieron reventar el Estado.

No se lo han perdonado. Y ahora estaban dispuestos a amargarle el viaje a Barcelona. Eso puso en bandeja a Pedro Sánchez la oportunidad de hacerles sentir capaces de doblarle el brazo. Solo esa interpretación cabe ante la confesión implícita de que sus fuerzas de seguridad (las del Estado) no hubieran podido desactivar las amenazas de los chicos de la gasolina ni garantizar el normal funcionamiento de las instituciones, incluidos los aspectos rituales, como el acto del viernes.

Pero Moncloa insiste en que vetando la presencia del Rey en el acto se trataba de "defender a las instituciones". Nos toman por idiotas ¿Acaso una exhibición de debilidad es la mejor forma de defenderlas? Me parece que el desaire al jefe del Estado es equiparable al que sufren las Fuerzas de Seguridad, sobre las que se hace recaer la sombra de la incapacidad para hacer su trabajo.

Penoso. Lamentable, Indignante. Pero es lo que hay.

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