MADRID 13 Dic. (OTR/PRESS) -
La presentación de un libro con los mejores discursos parlamentarios de Pérez Rubalcaba reunió este jueves en la sala constitucional del Congreso a una heterogénea representación de un PSOE partido en dos. La frontera es Sánchez. O sea, el alineamiento o el desalineamiento con el sanchismo. Por eso fue cosa de ver la presencia de Felipe González junto a la de Rodríguez Zapatero, dos de los tres dirigentes socialistas que han pasado por la Moncloa. Faltó el todavía en activo, Pedro Sánchez, justo el que siembra la discordia entre los otros dos.
Las reseñas quedaron relegadas a las esquinas del reinante ecosistema político-mediático. Pero fue cosa de ver en torno a la memoria de quien fuera número uno del partido (por poco tiempo, después de heredar la bancarrota de Zapatero, entre el 2012 y el 2014) a figuras tan distanciadas respecto a la línea oficial, sin que uno esté en condiciones de que saber quiénes están en la iglesia y quiénes en la secta.
En la presidencia del acto, Zapatero y González, intermediados por la presidenta del Congreso, Francina Armengol, y flanqueados por Enrique Guerrero (muy cercano a Rubalcaba, al que glosó en brillante intervención) y Pilar Goya, la viuda del fallecido dirigente. En la sala estaban los ministros Bolaños y Óscar López, pero también el exministro Javier Solana; la consejera de Estado y ex vicesecretaria general del PSOE Elena Valenciano; el exdirigente socialista vasco Nicolás Redondo Terreros; el ex ministro José Blanco, etc..
Había mucha expectación por saber si en las sucesivas intervenciones de Armengol, Pilar Goya, Guerrero, Zapatero y González, iba a aparecer alguna alusión al estado de perplejidad reinante puertas adentro del partido por los escándalos que le afectan gravemente (corrupción y machismo en un marco de verificada debilidad parlamentaria).
Pero, fuesen y no hubo nada. No le hubiera gustado a Rubalcaba que al unánime elogio de su figura se hubiera antepuesto la escenificación del cisma en una organización devenida en herramienta fungible al servicio de un régimen personalista. Así que todos se justificaron con el canto a las virtudes del homenajeado para aparcar sus diferencias.
Pero nadie se dio por aludido ante la vigencia de las ideas de Rubalcaba y su doctrina sobre el compromiso político. A saber: primacía del ciudadano sobre la identidad, mejor concertación que confrontación y los valores por encima del interés personal. Hasta el punto del sacrificio personal. Es sabido que asumió la ruinosa herencia de Zapatero, consciente de que ya no quedaría como el ministro que acabó con ETA sino como el candidato socialista con peor resultado electoral desde la transición.
Insisto: sus intereses siempre supeditados a los de su país y los de su partido. Por ese orden ¿Nos suena de algo?