Publicado 12/12/2025 08:01

Charo Zarzalejos.- Castillo de naipes

MADRID 12 Dic. (OTR/PRESS) -

Siempre he respetado a todos mis compañeros de profesión. A algunos de ellos me une una amistad sincera que se mantiene a través de los años. En estos momentos, este respeto se ha convertido en admiración por todos aquellos que se dedican a lo que se denomina periodismo de investigación. Esta tarea requiere de esfuerzo y constancias, de paciencia y rigor. Hay que contrastar hasta el agotamiento toda la información que van obteniendo.

Dado el ambiente en el que nos vemos envueltos, tienen además el mérito de realizar un seguimiento escrupuloso de los acontecimientos que, para los que nos dedicamos a observar y analizar la realidad , nos supera. Una detención se ve opacada por la que se produce horas después, una imputación da pie a unas cuantas más y siempre surgen personajes, muchas veces coincidentes en todos los acontecimientos. Para los observadores, como es el caso, todo se convierte en un laberinto que produce mareo, asombro y tristeza.

Gracias a esta tarea de los compañeros que se dedican a la investigación y, sin duda, a la acción de la justicia, nos enfrentamos a una realidad insoportable desde el punto de vista ético y político. La existencia de este laberinto no sería especialmente grave si en el mismo deambuláramos solo los periodistas y gran parte de la opinión pública. Sin embargo, es un laberinto que, en la medida que afecta de manera preeminente de modo directo al PSOE y al propio Gobierno, se convierte en un castillo de naipes para el propio Presidente que, de manera contumaz, que no épica, está determinado, o eso parece, a aguantar contra viento y marea.

Los argumentos para no cargar su mochila es que, se trate de quien se trate, ya no es del PSOE, que siempre se actúa con contundencia aunque se tarde cinco meses en atender a denuncias de supuestos acosos sexuales y, en palabras de Enrique Santiago, todo lo que estamos viendo (Koldo, Abalos, Cerdan, Leire, Salazar y los que, presumiblemente, quedan por salir), son casos particulares. ¿No son demasiados para ser meros particulares?.

La legislatura es un castillo de naipes. Naipes que han rebajado hasta lo inimaginable le exigencia dé explicaciones y de la asunción de responsabilidades. La cuestión es seguir aunque las cartas se vayan resquebrajando. Hay que seguir para que no venga la derecha sin caer en la cuenta de que, cuando llegue, tiene el camino expedito para hacer exactamente lo que ahora, con tanta ternura, tratan de dar bajonazo. Pero a la derecha no se le perdonaría y, efectivamente, no se le deberá perdonar pero ninguno de los socios tendrán la más mínima fuerza moral para exigir a los demás lo que ahora consienten con tranquilidad pasmosa. Menos aspavientos por parte de Yolanda Diaz y más actuar en consecuencia.

El Presidente del Gobierno vive en un castillo de naipes y, cuando un naipe cae, cae todo el castillo y aunque él no lo vea o le hagan creer que no son naipes sino cemento bien armado, él se mantendrá.

Como soy del plan antiguo, la presidencia del Gobierno es una institución y su titular debe considerarse a sí mismo como una institución, pero el Presidente, y lo escribo con lástima, parece haber renunciado a su propio papel institucional para convertirse en un resistente que no tiene más refugio que ese castillo de naipes, que sus socios mantienen ignorando que la lealtad es alertarle de su incierto futuro.

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