MADRID 8 Ene. (OTR/PRESS) -
Es curiosa la escasa fe que demuestra el PP en las posibilidades de su propio candidato, Mariano Rajoy, en las elecciones generales del 9 de marzo. No me lo invento. Es un rasgo que aparece en todas las encuestas cuando se indaga en la percepción de la opinión pública sobre lo que va a ocurrir en las próximas elecciones generales. Y no por referencia al perfil general de los encuestados. Sólo al de quienes se confiesan votantes del PP.
El dato es verificable. En algunos casos, escandaloso. Como en el sondeo publicado en noviembre en la Prensa catalana, en el que el 42 % de los votantes del PP creen que las elecciones las ganará el PSOE, mientras que solo un 26% apostaban por su propio candidato, Mariano Rajoy. No me negarán que debe hacerse muy cuesta arriba para el aspirante a la Moncloa ir a la batalla electoral si su propia gente no cree en la victoria.
Tampoco debe sorprender esa falta de fe entre la amplia parroquia del PP si sus propios dirigentes dan tan mal ejemplo como el alcalde madrileño, Ruiz Gallardón, y la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, por cuenta de la inclusión del primero en las listas al Congreso de Diputados.
El trasfondo es la pugna por la 'pool position' en la batalla sucesoria para el caso de una derrota de Rajoy en las urnas de marzo. Lo desalentador de semejante pugna, personalista y personalizada, es que traslada un mensaje previo de derrota electoral. De otro modo, no tendría sentido la prisa de uno por sentarse en el Congreso y la ira de la otra cada vez que vuelve a plantearse el tema de las listas por la circunscripción de Madrid.
No solo Gallardón y Aguirre juegan a la contra. La causa electoral del PP también queda a los pies de los caballos cuando sus presuntos costaleros tratan de echar una mano. Al cuello de Rajoy, a menudo. Como en el caso del director de 'El Mundo', que contó hace unas semanas una reunión de altos empresarios españoles donde "ni uno sólo apostó por Mariano Rajoy". Por no hablar de personajes como Rouco, Alcaraz, Losantos, etc, entre los que los responsables electorales del PSOE han encontrado unos valiosos compañeros de viaje.
La radicalidad de estos personajes, que se mueven al margen del PP oficial, descoloca a Mariano Rajoy y es aprovechada por los socialistas para motivar al votante de izquierdas que está cansado de la clase política y no se siente seducido por Zapatero. Es el recurso al 'doberman', el clásico '¡Que viene la derecha¡', ya utilizado hace unos días el PSOE contra los obispos anunciadores del fin de la democracia si los socialistas siguen en el poder.
Antonio Casado