MADRID 25 Nov. (OTR/PRESS) -
Si ustedes quieren entender la iniciativa estadounidense por la paz en Ucrania a la luz de los marcos argumentales fletados por la comunidad internacional después de la segunda gran guerra europea, pierdan toda esperanza. Imposible descifrar lo que está ocurriendo o puede ocurrir cuando el marco real no es otro que la ley del más fuerte. O, por mejor decir, la real gana de Trump más o menos compensada con la real gana del presidente ruso, Vladimir Putin. Ninguno de los dos ha estado presente en la reciente cumbre del G-20 en Sudáfrica. Eso anticipa el poco o ningún recorrido de las resoluciones adoptadas en la reunión.
La real gana de Trump sobrevive a su condición de chulo de barrio elevado al olimpo del poder, que se permite poner plazos a sus ofrecimientos en plan de ultimátum. Si bien, parece que ha revisado la respuesta a los 28 puntos exigida antes del jueves: "O firma o se queda sin armas".
"Estamos en manos de un niño", ha dicho Salman Rushdie. Me parece una descripción muy acertada. El propio Trump lo confirmó hace unos días cuando justificó el asesinato del periodista saudí, Jamal Khasoggi, porque "son cosas que pasan". Aplíquese a su plan de rendición de Ucrania o su proyecto turístico para una Gaza previamente explanada a sangre y fuego. Pues eso, "cosas que pasan".
La víctima propiciatoria de sus respectivos planes de Trump y Putin (la razón de la fuerza une a los sátrapas) Vladimir Zelensky. Trump ya le ha dicho que el precio por el apoyo norteamericano es la claudicación ante el oso ruso. Y el propio líder ucraniano ya ha descubierto que el precio de la dignidad será el martirio. O, por decirlo con más propiedad, la humillación del pueblo soberano de la Ucrania invadida unilateralmente por la Rusia necesitada de mayor espacio vital. Tampoco es más llevadero el precio de la rendición.
A esta parte del llamado mundo civilizado solo nos queda la apelación a la Europa de las tres colinas (Acrópolis, Capitolio y Gólgota). Quiero decir que, frente a la potencia de la ley del más fuerte en el campo de las relaciones internacionales sólo podemos recurrir a las urnas, la ley y el humanismo. En el campo de las relaciones internacionales, al multilateralismo, la autodeterminación, el principio de integridad territorial y el compromiso de las naciones (Carta de San Francisco, 1945) a resolver sus diferencias por medios pacíficos. Pero, por desgracia, esa doctrina, teóricamente vigente en el funcionamiento de las Naciones Unidas, se ha ido perdiendo en la polvareda.
La única reserva de dicha doctrina sobrevive en Europa. Tal vez sea esa la razón del ninguneo de la UE en los 28 puntos del plan norteamericano, matizados luego -aún no se sabe con qué futuro- no por la UE sino por Francia, Inglaterra y Alemania, como representantes de la vieja Europa.