MADRID 10 Ago. (OTR/PRESS) -
Magdalena Álvarez, ministra de Fomento, hizo una fugaz visita a Cataluña para percatarse de la magnitud de la tragedia motivada por el colapso de las infraestructuras. Despachó el caos del Prat cargando la responsabilidad sobre las empresas privadas que ganaron las licitaciones de servicios como si AENA, la empresa pública que gestiona los aeropuertos, no tuviera competencias para exigir el correcto funcionamiento a quienes ha concedido licencias. Para completar el bochorno, el president de la Generalitat en funciones, Joan Saura, ha criticado a la ministra de Fomento y al Gobierno de España de despreocuparse de las infraestructuras catalanas. Estos reproches del tripartito debieran ser de ida y vuelta porque algo tendrá que ver en todo este caos la gestión del gobierno de la autonomía catalana que en su actual composición está en su segunda legislatura. Todo puede tener explicaciones pero es de todo punto inconcebible que el desconcierto catalán se despache cargándolas culpas contra las empresas privadas y contra el Gobierno de España pretendiendo la Generalitat que con ella no tiene nada que ver este asunto.
Es hora de que el nacionalismo reitere el victimismo como método de sustraerse de sus responsabilidades y de exigir más competencias sin haberse tomado la molestia de demostrar que las que ya tiene se hayan ejercido con eficacia. Desguazar el estado y luego exigirle solucioneses una apuesta clásica de los nacionalismos porque ellos no se sienten nunca comprometidos con la gestión global de España y se limitan a estirar de las cuerdas para sacar más beneficios locales. Las infraestructuras de un país son la base de sus posibilidades de desarrollo y disgregar competencias no garantiza en sí mismo el desarrollo más eficaz de las responsabilidades. Lo ocurrido en Cataluña exige que cada uno tenga la responsabilidad de asumir sus defectos y cargar con su parte de culpa. Sobre todo porque los ciudadanos lo primero que se merecen es respeto...
Carlos Carnicero.