Actualizado 04/01/2008 01:00

Carlos Carnicero.- La rebelión de las sotanas

MADRID 4 Ene. (OTR/PRESS) -

Uno de los avances más importantes de la humanidad ha sido la separación de la Iglesia del poder civil. Los países y las culturas que no lo han conseguido todavía están pagando un alto precio en la calidad de su vida democrática. La tragedia de muchos países musulmanes es que sus sistemas políticos están regidos por las reglas del Islam. Al mismo tiempo, el poder, la ocupación del poder o la influencia en él, es lo que impide que las religiones se modernicen.

No hay nada más sano para la religión y para la sociedad que una respetuosa separación. La catolicidad de España es un tópico manido sobre la comodidad de la pertenencia a la Iglesia de Roma. La Iglesia tiene un control de calidad de sus fieles que no es demasiado exigente, al punto de que los trámites para darse de baja, para apostatar de la religión católica, son casi imposibles. Ungidos por la pretensión de que representan a la mayoría de los españoles -a los que consideran católicos de una u otra manera porque no pueden dejar de serlo de forma fehaciente- los obispos quieren retroceder a los tiempos en los que la Iglesia de Roma decidía las normas de la sociedad civil.

El dinero no debe ser un problema para la Iglesia porque el Gobierno de Zapatero les ha mejorado la soldada. No sirve ceder en la subvención a los colegios privados en detrimento, naturalmente, de la enseñanza pública que dispone de menos recursos por la simple resta de los que se facilita a los colegios concertados. No sirve nada de lo que pueda darse a la Iglesia desde el poder legítimo del estado porque lo que quieren es el Boletín Oficial del Estado. El PP está agazapado detrás de una reclamaciones que él tampoco podría satisfacer. Pero como ocurre con el terrorismo, prefiere el desgaste del Gobierno aunque sea a costa de facilitar que la religión pretenda invadir la Constitución.

Estamos en año electoral con las sotanas rebeladas. Eso, en la historia de este país, es una tragedia, porque siempre puede haber un estúpido que quiera entrar en dialéctica con los obispos. No hay nada que hacer: ellos creen que tienen una razón que no es humana y por tanto no están dispuestos a negociar sobre lo que creen que es suyo.

Carlos Carnicero.

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