MADRID 18 Mar. (OTR/PRESS) -
Las vacaciones de Semana Santa han provocado un curioso fenómeno para estar en época de vacas flacas. La ocupación hotelera está a tope, en las carreteras más importantes se han producido atascos kilométricos y las agencias de viajes han batido récord de ventas. Con tales datos en la mano da la sensación de que o no estamos preocupados por la crisis o, simplemente, queremos vivir al día dando por bueno ese sentimiento tan arraigado en nuestra sociedad de "que nos quiten lo bailao".
Quien diría, viendo las imágenes de la playa o de los lugares típicos de turismo en estas fechas, que llenar el deposito de gasolina cuesta un 20 por ciento más que hace tres años, que tenemos una inflación disparada o que el precio de la cesta de la compra se ha incrementado nada menos que un 30 por ciento. Como la cosa es llamativa, ya han surgido voces que señalan que este incremento en el gasto, es tan solo un espejismo propio de los malos tiempos, donde algunos consumidores reaccionan con una huída hacia delante, dejan de ahorrar e incluso se endeudan y piden préstamos puntuales para poderse ir unos días de viaje y poner distancia con la actividad laboral.
Sea como fuere y como la cosa no está para agasajos, la primera tarea de Zapatero y de su nuevo gobierno debería ser, sin duda, buscar soluciones para evitar no solo el parón del crecimiento -que es un hecho incontestable- sino también la sangría de pérdidas de puestos de trabajo. Caldera -o el ministro que le sustituya- puede maquillar lo que quiera los datos del paro o inventarse un sistema de medición acorde a sus intereses políticos, pero el asunto lo sufren cada día más familias y eso no hay forma de esconderlo. ¡En fin! Que como la cosa no está para tirar cohetes nosotros, por si acaso, nos montamos una mascletá. Y yo, como cualquier españolito de a pie, me voy de vacaciones. A la vuelta, ¡que me quiten lo bailao!
Esther Esteban.