MADRID 23 Oct. (OTR/PRESS) - Cada día que pasa, crece la tendencia del presidente del Gobierno a manejar los asuntos de la política a la manera de los adolescentes cuando dan sus primeros pasos en el mundo adulto: para ellos todo esta "chupao", la realidad no cuenta. La última ha sido anunciar que tenemos que estar en la próxima reunión del G-8, el grupo de los países más desarrollados del planeta; quiere estar a sabiendas de que -como le ha recordado Nicolás Sarkozy-, España no forma parte del club que reúne a las naciones con más poder adquisitivo. En ése escalafón, España ocupa la duodécima posición.
Tal y como Zapatero ha planteado este asunto, la opinión pública española percibirá como un agravio la eventual ausencia en ése foro llamado según una exagerada expresión muy en boga, a "refundar" el capitalismo. Y, tengo para mí, que no debería ser así. Cualquier palabra para encomiar el grado de desarrollo alcanzado por España en los últimos veinte años, es una palabra de más: a la vista está. Ese desarrollo es el que permite a bancos y empresas españolas tener una importantísima presencia en toda Iberoamérica y en países de otras latitudes. Nadie lo discute. No es presencia económica y financiera lo que nos falta, de lo que adolecemos es de una densidad política equiparable.
El Gobierno Zapatero optó por un perfil tardo tercermundista en algunas cuestiones de política exterior y eso tiene un coste. Resta fuerza. Pero, ¿tiene sentido hablar de coherencia en relación con nuestra política exterior? La verdad es que no. Ahora Zapatero ha cambiado, quiere estar junto a Bush -el anfitrión que no ha olvidado el desplante de ZP a la bandera norteamericana-, Brown, Merkel, Sarkozy, Berlusconi, Putin y los demás. Aznar tuvo su foto de las Azores, Zapatero sueña con la del G-8. No quiere perderse una foto que pasará a los libros de Historia. Ya veremos, sí le "ajuntan".
Fermín Bocos.