MADRID 25 Dic. (OTR/PRESS) -
Estoy deseando conocer el tenor del documento que el 'grupo socialdemócrata' , aglutinado sobre todo por el exministro Jordi Servilla, nos hará conocer en el enero trepidante que nos viene. Y también estoy deseando ver la lista completa de quienes se quieren aglutinar en ese grupo. Conozco a casi todos los que presumiblemente firmarán ese manifiesto, y, en general, los aprecio: la sustitución de Pedro Sánchez tiene -tendría teóricamente-- que pasar por Jordi Sevilla, y también por Juan Lobato, Eduardo Madina, Pedro Bofill, Virgilio Zapatero (y varios ex ministros), entre otros que repudiaron, no sin coste personal, en su día el 'sanchismo'.
He expresado, en algunas tertulias, mi escepticismo acerca de que estos nombres, u otros que no figurarán en la lista, como Ramón Jáuregui o Adrián Barbón, presidente del Principado de Asturias, puedan sustituir a alguien con tanta vocación de poder y permanencia en el mismo como Pedro Sánchez. Y me he equivocado alguna vez asegurando que 'Pedro Sánchez está muerto, aunque no lo sabe'. No estaba muerto entonces, cuando le defenestraron de Ferraz en 2016 y a continuación, a bordo de su famoso Peugeot, recorrió España en busca de alianzas. Y ganó a los 'notables' del partido, Susana Díaz, Rubalcaba y hasta José Luis Rodríguez Zapatero, que entonces pensaba, y decía, que Sánchez era 'un peligro'. Hoy, unos han desaparecido de la vida política, y Zapatero... No sé muy bien dónde está Zapatero, la verdad, pero creo que ha virado de bando.
Me equivoqué entonces, en 2016, pero no estoy seguro de equivocarme ahora pronosticando que más dura será la caída de Sánchez y del escasamente relevante 'sancta sanctorum' (ver la última remodelación en el Consejo de Ministros) que le rodea. El PSOE, mejor, el sanchismo, se derrumba a ojos vista, pero no desdeñemos la reacción del inquilino de La Moncloa y candidato a seguir siéndolo durante mucho tiempo: el Gran Resistente saca conejos de la chistera con la misma facilidad con la que Houdini se libraba de sus cadenas. Pero, por primera vez, atisbo una reacción en los aledaños del partido fundado por Pablo Iglesias (Posse, claro) en 1879. Es un grito desesperado por la supervivencia de un partido al que, a este paso, le aguarda el mismo destino que a sus correligionarios franceses o italianos.
No sé si lo de Jordi Sevilla y demás, quizá acompañados por otros que se arrimen a un ascua que no sabemos si dará origen a una fogata, tiene la suficiente fuerza, si llega tarde o si se desinflará en el tremendo año 2026. Sí sé que, de momento, en una izquierda que cada vez parece más una jaula de grillos en la que Sumar, la ex Gran Esperanza, se desvanece y Podemos enloquece, y en un panorama político español degradado al máximo, hacen falta ideas nuevas, iniciativas de cualquier tipo, que nos salven de este surrealismo mezclado con tenebrismo que estamos viviendo.
Quiero escuchar a Jordi Sevilla y compañía -espero que no haya una guerra de personalismos en el grupito naciente- lo que tengan que decir sobre aproximación al Gran Pacto Nacional que necesitamos, es decir, un acercamiento al PP para lograr unos nuevos Pactos de La Moncloa. Quisiera saber si ellos sí cederían, por ejemplo, escaños en Extremadura a los 'populares' para que estos puedan gobernar sin Abascal y su caballo. Hay que reordenar por completo esta lamentable vida política española, y ello supone lanzar grandes, revolucionarias, ideas que capten a los huérfanos políticos y acaben con el duelo a garrotazos.
Claro, no puedo abandonar mi incredulidad, fundada en una práctica de fracasos. Pero, de momento, doy la bienvenida a una iniciativa que, al menos, es eso: una iniciativa. Aunque tras ella pudiera haber nombres que me disgustasen y opacidades y exclusiones que ya no cuadran en este 2026 que nos viene con el Cambio a cuestas.