MADRID 1 Mar. (OTR/PRESS) -
Hay manifiestos de periodistas contra el gobierno, contra el aborto -algunos de los/as firmantes son los/as mismos/as-, hay periodistas que salen mucho en las diversas televisiones proclamando sus tendencias políticas y que militan en el Foro de Ermua, o en ¡Basta Ya!, que leen manifiestos en las manifestaciones convocadas por el señor Alcaraz, periodistas que, en las tertulias, desvelan sin remilgos su voto. Quien suscribe, que no comparte estas cosas, proclama, no obstante, que hay que defender el derecho de cada cual a tomar posiciones políticas, aunque la sagrada independencia que antaño presidía el ideal del periodista ya no sea ni tan sagrada ni tan independiente.
Así que allá cada colega -muchos de los firmantes son amigos de quien suscribe- con la mochila que carga: antes que periodistas son personas, portadoras de derechos políticos que nadie puede quitarles, ni siquiera en aras del sagrado sacerdocio de esta profesión de informar. Los partidos, siempre ávidos de penetrar en el campo mediático, les amparan, azuzan y repudian no pocas veces, depende. Porque, eso sí, a la buena sombra del árbol de algunas formaciones, de ciertos gobiernos autonómicos, se cobija mucha gente, parte de la cual cree que debe militar activamente en el campo en el que milita, mientras otra parte se siente expulsada de los prados socialistas por la torpeza comunicacional del PSOE, y no hablemos ya de La Moncloa, o del PP, y no hablemos ya de algunas 'terminales autonómicas' populares.
Yo, a pesar de todo, no me lo esperaba, la verdad. Me refiero a esta avalancha de manifiestos. Ya se ve que ando algo ajeno al fluir de estas corrientes, porque nadie me ha pedido que suscriba manifiesto alguno. Pero, entre lo que hacen los unos, cuchicheando al oído de Zapatero, y los abajo firmantes que apoyan a los otros, se está poniendo cada día más difícil transitar entre las trincheras, sin paraguas y con la que está cayendo. Así ocurre que haya resultado encontrar a dos personas ligadas al mundo de la comunicación que fuesen aceptados por los dos partidos como moderadores de los debates entre Zapatero y Rajoy: cada uno veta a los que no considera incondicionales.
Bien harían los socialistas, a quienes las encuestas que se publican estos días dan generalmente como ganadores en las elecciones, bien harían, digo, en restablecer un cierto clima de confianza en las filas periodísticas, más inestables que nunca, más crispadas y hasta crispadoras que jamás: hace mal Felipe González, por ejemplo, disparando salvas de sal gorda en los mítines contra algún director de periódico y contra algún comunicador radiofónico. Eso les da medallas en el altar de los héroes de la lucha contra el 'malvado socialismo'. Y eso que no necesitan medallas: están acumulando un poder que nunca jamás tuvo periodista alguno en este país, y puede que en ninguno: en Estados Unidos, a los astros de la televisión los jubilan o los despiden cuando se pasan de la raya, incluso cuando se pasan mucho menos de lo que aquí se pasan algunos.
Temo que algunos jueces, ante la confrontación política que vivimos, han perdido los papeles; algunos legisladores también, determinados medios de comunicación y periodistas ídem y, mientras, el ejecutivo campa por sus respetos cada día más satisfecho de sí mismo, al tiempo que da la impresión de que más de uno en la oposición -se nota- anda batiéndose medio en retirada, pescador que espera su ganancia en un río que considera revuelto. Es esta una situación política que se va detectando, al margen de hacia dónde dirigen su voto los españoles -hay que leer bien- en las encuestas. Temo que, cuando el equilibrio diseñado por Montesquieu empieza a mostrar goteras, hay que ponerse cuanto antes a repararlo.
Fernando Jáuregui.