MADRID 11 Oct. (OTR/PRESS) -
Si usted pregunta, a fecha de hoy, a nuestros políticos, todos le responderán que no. Que el país no está para grandes acuerdos de Legislatura entre los dos principales partidos, y menos aún para llegar a una coalición entre los socialistas y los 'populares', semejante a la que actualmente gobierna en Alemania. Si usted, a fecha de hoy, pretende saber si la situación es lo suficientemente urgente como para valorar la necesidad de un acuerdo de muy amplio espectro que sirva para arreglar algunas cuestiones de fondo, la clase política, como un todo, le dirá que de ninguna manera. Que se las apañe en solitario, o con pactos puntuales, quien gane.
Ahora bien: preguntemos a nuestros políticos qué ocurriría si, como resultado electoral, nos encontrásemos ante un empate técnico virtual, que hiciera imprescindible -como presumiblemente ocurrirá- la alianza del ganador con otras fuerzas políticas. Habría de ser una alianza a varias bandas, que no alcanzaría, en todo caso, la mayoría suficiente para acometer una reforma constitucional. Ni el acuerdo requerido para gestionar una efectiva lucha contra el terror de ETA. Ni la calidad precisa como para acometer grandes reformas de Estado, como la territorial y estatutaria, o el reforzamiento de la Corona.
Los temas de Estado que han quedado pendientes desde la transición han de abordarse ya en esta próxima Legislatura, porque algunos han ido pudriéndose con el tiempo: es el caso de algunos aspectos de la necesaria reforma constitucional, como la del artículo 57, que sitúe en plano de igualdad al varón y la mujer a la hora de heredar la Corona. Una reforma que precisa un referéndum especialmente peligroso, porque amenazaría con derivar en un plebiscito sobre Monarquía y República, que, a mi juicio, sería ahora indeseable.
Hay más: las últimas acciones de ETA han puesto de manifiesto, una vez más, la necesidad de un pacto estrecho entre dos formaciones que, como el PSOE y el PP, suman entre ambas más de veinte millones de votos, que constituyen el mejor arma contra ETA y contra algunos intentos disgregadores de formaciones minoritarias de carácter secesionista.
No creo en las bondades del bipartidismo y sí, en cambio, en la necesidad de tener una Izquierda Unida 'crítica' con los dos grandes partidos, así como unas formaciones nacionalistas que den cauce a las aspiraciones de sus respectivos electorados en este sentido. Respetar a estas opciones no es incompatible con una fórmula, la de la 'grossen koalitionen' ,de la que, ya lo verán ustedes, vamos a oír hablar bastante en los próximos meses. Y, al final, ¿por qué no, si acabamos convenciéndonos de que la cosa tiene más ventajas que inconvenientes? Personalmente, y estando donde estamos en estos momentos, prefiero eso que la permanente descalificación de lo que hace el adversario o la discusión estéril en torno a casi todo, incluidas las pequeñas minucias que siempre acaban dividiendo al país en dos bandos.
Y, desde luego, prefiero ese 'pacto contra natura' que aparentemente uniría a dos heterogéneos que los extrañísimos compañeros de cama que, en algún caso, se ha agenciado Zapatero en esta Legislatura que va concluyendo.
Fernando Jáuregui.