Publicado 01/10/2018 08:00

Fernando Jáuregui.- "Quizá alguien está buscando un muerto..."

MADRID, 1 Oct. (OTR/PRESS) -

El relato que, el sábado por la noche, hizo a este cronista un espectador de paso por Barcelona, un turista de los muchos que viajan en los autobuses sin techo, era espeluznante, como para no ir de visita a Barcelona. Este domingo, el relato de mi amigo el turista accidental --y accidentado-- estaba en las portadas de todos los periódicos nacionales y en las de bastantes extranjeros. Una batalla campal, saldada con algunos heridos, afortunadamente no de consideración y saldada también con una vergüenza generalizada. Unas imágenes peligrosísimas para Barcelona, para Cataluña, para toda España. Unas imágenes que ni Quim Torra, a quien los chiflados de los CDR ya están llamando 'traidor' porque los mossos pusieron orden, ni el Gobierno central, a quien los del PP y Ciudadanos andan pidiendo un restablecimiento urgente y 'duro' del 155, pueden permitir que se repitan.

"Quizá es que alguien está buscando un muerto", oigo decir a un corresponsal, quizá amigo de la periodista francesa Elise Gazengel, cuyo vídeo de los 'incidentes' ocurridos el sábado en Barcelona tanto daño ha hecho a los independentistas que trataron de impedir una manifestación de policías y guardias civiles que pedían equiparación de salarios con otras fuerzas de seguridad autonómicas, es decir, con los mossos. Y lo que la 'neutral' Gazengel, o su neutral vídeo, muestran es inequívoco: los agresores fueron jóvenes con esteladas en su vestimenta, frente a unos policías y guardias civiles que no podían defenderse, porque conocían las consecuencias y habían sido previamente advertidos de ellas.

No sé a quién beneficiaría un muerto en estas algaradas, que quizá se repitan en las próximas horas en las que se conmemora un despropósito compartido como el del 1 de octubre. Puede que a la CUP y a los CDR; pero no, desde luego, a la Generalitat, por muy independentista que sea el molt honorable que la ocupa. Puede que beneficiase también, electoralmente, a los que, desde el otro lado del Ebro, piden el retorno de un artículo 155 de la Constitución que, la verdad, no solamente no solucionó nada mientras estuvo en vigor, sino que agravó el estado de cosas. Pero, por supuesto, para nada beneficiaría un diálogo, un deseo de conllevanza, esa solución pactada que 'in extremis' procura un Gobierno central debilitado, a quien su propia portavoz presenta como 'cercado'. ¿Cómo se puede sentir cercado un Ejecutivo que presume de estabilidad? ¿Cercado por quién, por qué? ¿Por una oposición que hace lo que cree que debe hacer, por un par de digitales que revelan cosas que les llegan quién sabe de dónde sobre ministras cuyo comportamiento dista de ser ejemplar y deberían ser cesadas ya mismo?

Cuando Celaá denuncia "una cacería" y un "ataque brutal" contra los miembros del Gobierno, sugiriendo que tal vez existan más 'dosieres' --dicen que ya escapados al control del infame policía encarcelado--, de lo que está hablando en realidad es de una 'brutal' debilidad del Ejecutivo de Pedro Sánchez, que, entretanto, se esforzaba meritoriamente, desde los Estados Unidos, en aparentar que nada pasaba. Pero debilidad, y no otra cosa, es que salga la vicepresidenta a sugerir recortes en la que ella piensa que es excesiva libertad de los periodistas para decir lo que les parezca, aunque a vece, reconozcámoslo, no todo sea imparcialidad y distancia en algunos medios; es el juego al que doña Carmen Calvo debería haber aprendido hace tiempo a jugar, con enfrentamientos entre medios, pro y en contra, incluidos.

A mí, lo que de verdad me preocupa, más que cerco mediático y derechista alguno, es que este Gobierno que se siente acorralado, linchado, cercado, puede que no tenga tiempo ni atención suficientes para preparar un futuro con Cataluña, con la que está cayendo. Que, ocupado por sus propios problemas internos, sea incapaz de diseñar un plan sosegado para reanudar aquella 'conllevanza' inagurada por Suárez y Tarradellas hace cuarenta años. Sé que hay gente que habla con gente, sé lo que el Ejecutivo central no quiere hacer --volver al 155, y me parece muy acertado--. Pero no sabemos, más allá de eso, si hay salidas. Sobre todo, si alguien, de esos que opinan que 'cuanto peor, mejor', de veras está buscando un muerto en las calles, y no quiero ponerme melodramático, pero ya este sábado, en ese campo de batalla en el que se está convirtiendo la plaza de Sant Jaume, podrían haber ocurrido cosas mucho peores que esas fotografías, tan vistosas, de escudos policiales teñidos de colores.

Sin duda, uno es mucho más torpe que los fabricantes de imagen de Sánchez, un hombre hábil que ha podido sobrevivir pese a todas las zancadillas --recordemos aquel otro 1 de octubre, de hace dos años--. Pero, ahora mismo, no ve uno cómo el Gobierno central puede seguir adelante. Cómo puede continuar. Sin que sea una baza para el independentismo cada día que el Ejecutivo sigue a trancas y barrancas, ordenando a tal o cual ministro que se abstenga de dimitir, temiendo, ya digo, el 'cerco' de un par de digitales y de unos cuantos columnistas que, muy legítimamente, se instalan en la oposición al Ejecutivo más polémico que se recuerda.

No puede Sánchez seguir haciendo estos regalos al independentismo. O a los de 'cuanto peor, mejor'. La convocatoria de elecciones por el resistente Sánchez se va haciendo cada día más urgente. Imprescindible. Este triste aniversario del 1-o lo certifica aún más. Y no, esto de pedir elecciones no es una cosa de 'las derechas acosadoras': es algo que he escuchado de boca de algunos que se dicen 'sanchistas', aunque no se hallen en la nómina de los beneficiados, es algo que está en las encuestas en las que Sánchez sigue, con todo, saliendo beneficiado. Es algo que ya no puede obviarse por más tiempo.

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