Publicado 03/02/2019 08:00

Siete días trepidantes.- ...pero eso sí: 82 millones de turistas

MADRID, 3 Feb. (OTR/PRESS) -

"Ah, pero eso sí: nos han llegado ochenta y dos millones de turistas". El alto cargo municipal socialista me ha reconocido que España vive un clima de eterna provisionalidad política --suprema contradicción--, con el surrealismo instalado en la vida pública del país, con las instituciones desgastadas, un Legislativo inoperante y un Ejecutivo que trata de abarcar un sitio en la Historia que no se corresponde con los ochenta y cuatro escaños obtenidos en aquellas elecciones, que parecen tan lejanas, de junio de 2016. No tenemos ni vamos a tener, parece, Presupuestos. Pero eso sí: los turistas...

Vivimos, sí, en un gran país, cuyo peor componente acaso sea la idiosincrasia de sus habitantes. Un país al que acuden muchos millones de visitantes cada año, atraídos por tantas cosas buenas que saben que van a encontrar. Pero no podemos desconocer que los vericuetos del 'procés' catalán no han añadido demasiado prestigio a los comportamientos de la democracia española. Desde 'Madrid' y sus terminales judiciales, sociales, culturales, económicas, se ha gestionado mal el fanatismo de los secesionistas catalanes y ello, bien manejado por ese fanatismo, ha derivado en una indudable impopularidad de nuestro poder judicial --y, por ende, del Ejecutivo y, por tanto, del país entero-- en cancillerías y medios de comunicación europeos. Inútil que los responsables de la ex Marca España se empeñen en que hemos salido indemnes de ese 'procés' que ahora, tras más de un año de convulsiones, llega a la Sala Penal del Supremo.

Ignoro --todos lo ignoran-- en qué va a derivar ese 'juicio del siglo' contra los secesionistas --han sido golpistas, y eso ha de pagarse en cualquier democracia-- catalanes. Su mantenimiento en prisión preventiva ha sido un auténtico desastre para esa imagen exterior a la que me refería y también para las relaciones, en general, entre españoles y catalanes, aun los no 'indepes'. Y ha involucionado no poco los sentimientos --veremos si también el voto--del conjunto de la ciudadanía.

En los próximos tres meses, todo va a ser 'el juicio'. Ni Venezuela, pese a la incertidumbre sobre cómo va a reaccionar Maduro, ni las ocurrencias en la selección de candidatos a las próximas elecciones autonómicas y municipales, ni los premios Goya a una película sobre la corrupción... Nada, nada va a poder competir ya con ese escenario de la sala del juico, para el que se han acreditado seiscientos periodistas y espera a medio millar de testigos (y qué testigos, oiga).

Lo saben los grandes directores cinematográficos norteamericanos: no hay nada más dramático que una buena 'puesta en escena' de un juicio. Pero ni el mejor Spencer Tracy podría haber imaginado jamás algo como este proceso que va a conmover a todo un país que parece algo indefenso ante la que se le viene encima y que va a consagrar al principal encausado casi como un héroe a lo Mandela, pero en versión catalana. ¿No cree usted que hay motivos para estar algo, algo preocupado, aunque la sonrisa internacional de Pedro Sánchez haga pensar lo contrario?. Y no, los autobuses de los turistas no pasan (aún) por la fachada del Supremo, pero, a este paso, acabarán incluyendo a la Plaza de las Salesas en los 'tours para los guiris'. Comienza, o sigue, el gran espectáculo.