MADRID 6 Feb. (OTR/PRESS) -
Aunque los políticos, casi todos, con sus insultos, sus ataques y sus paranoias parecen empeñados en que no vayamos a votar el 9-M, habrá que hacerlo y no sólo por responsabilidad ciudadana y democrática. Habrá que ir a votar por la economía, que cada día da un nuevo disgusto; por la educación, que ya es hora de que alguien sensato plantee una reforma por la calidad y no por la ideología; por las ideas de convivencia y de respeto entre los diferentes; por la justicia, por la sanidad...
Si un país quiere estar hoy entre los grandes, tener futuro, la clave está en la innovación, en la productividad, en la flexibilidad, en el talento -más que en el talante-, en el capital humano... Es decir, en la educación. Pero los políticos han sacado las banderas del terrorismo -otra vez con oportunismos partidistas-, de la economía -el paro, las superrebajas de impuestos, los chequetodo- y hasta de la Iglesia -con amenazas de "si gano, prepárate"- y de poco más. Hasta hoy no he visto un debate, una propuesta, una reflexión de unos y de otros sobre la educación, que es la asignatura con la que nos jugamos todo.
No es verdad que tengamos la generación mejor preparada de la historia, sino la que más oportunidades tiene para formarse y, tal vez, la que más desaprovecha ese filón. No tenemos una escuela de mínima calidad, y ahí está el Informe PISA y otros muchos más para probarlo, aunque basta hablar con los alumnos y con los profesores para comprobarlo. Ahí tenemos una Universidad desmotivada, desnortada, con escaso peso en la investigación y sin incidencia social. El problema es que sin una buena educación -con planes estables que no cambian cada vez que cambia el partido en el poder, con profesores entregados y valorados, con medios, aunque el dinero no garantiza los resultados-, no es posible un crecimiento económico de calidad.
Todos los informes señalan que nuestro nivel de conocimiento en la escuela o en la Universidad, es decir, a lo largo de todo el sistema educativo, está muy por debajo de la media europea y de la OCDE y que nuestro índice de fracaso, y de desigualdad regional, es uno de los más elevados. ¿Por qué siguen hablando de agravios y de resquemores en lugar de llegar a acuerdos sobre lo fundamental? Al final, un país es lo que enseña. Lo que enseña en la escuela y lo que se ve en los medios de comunicación. Y una economía es lo que somos capaces de construir con capital humano y con conocimiento para ser competitivos.
La escuela enseña poco o lo hace mal, y no es por culpa de los profesores. Los medios, en especial la televisión, son, en demasiadas ocasiones, un escaparate para lo chabacano, lo vulgar. Y a la economía le falta capital humano, productividad, innovación. A los políticos parece que nos les importa y los ciudadanos necesitan un debate serio... y propuestas.
Francisco Muro de Iscar