Publicado 11/12/2025 08:02

Francisco Muro de Iscar.- De escándalo en escándalo hasta la traca final

MADRID 11 Dic. (OTR/PRESS) -

Es difícil negar que estamos en un proceso destructivo, autodestructivo, de la democracia para ir no se sabe dónde. Este Gobierno camina de escándalo en escándalo hasta el escándalo final. Son innumerables las razones que, en el ejercicio de los usos democráticos, deberían haber obligado al presidente del Gobierno a disolver las Cámaras y convocar elecciones. Gobierna sin Presupuestos por tercer año consecutivo, infringiendo la Constitución y las normas europeas.

Sin el Parlamento, al que acude para no responder a las preguntas de control de la oposición. Carece de una mayoría de legislatura, tras ser abandonado por Junts y en muchos casos por Podemos, y no puede aprobar ninguna de las leyes que anunció o que son necesarias. La calidad legislativa es deficiente. Tiene un Gobierno con dos almas, cada una de las cuales va por libre, que no se ha roto porque ninguna de las partes quiere renunciar al poder, aunque para ello tenga que hacer alardes de cinismo y tragarse los chantajes y todos los sapos que le ponen encima de la mesa.

Hasta el impresentable presidente del CIS se atreve a burlarse del Congreso y ratificar su condición de "socialista" antes que sociólogo y gestor público. Este Gobierno hace caso omiso de la división de poderes y acosa y acusa de prevaricación a los magistrados del Supremo y a todo aquel que se atreve a investigar o a juzgar conductas delictivas del entorno familiar o político del presidente. Defiende a un fiscal inhabilitado, tal vez para tapar que seguía órdenes de "más arriba", sin reconocer que lo que se buscaba, infringiendo la ley, era dañar a una rival política. Esconde durante meses las denuncias de empleadas del Gobierno y del partido por los comportamiento de acoso sexual de responsables políticos "feministas" de su máxima confianza. También las tropelías económicas de los hombres en los que depositó su máxima confianza personal y polìtica. O las conductas poco apropiadas de su mujer y de su hermano. Dice que asume las responsabilidades de sus errores, pero eso no se traduce en nada. Es mentira, puro postureo.

Muchos de sus ministros son perros de presa lanzados contra la oposición, aunque ese trabajo "principal" haga que desatiendan sus Ministerios. La de Sanidad, que tiene enfrente a todo el personal médico y sanitario, solo tiene el objetivo de derribar a Ayuso. Lo mismo que Oscar Puente y Oscar López, incapaces de gestionar lo suyo pero en permanente ataque "al enemigo". El ministro de Cultura, apoyado en el director del Instituto Cervantes, buen poeta y pésimo gestor lastrado por la ideología, está empeñado en acabar con la Real Academia de la Lengua, una de las pocas instituciones que mantiene su prestigio internacional sin plegarse a las ocurrencias del Gobierno.

La vicepresidenta primera bastante tiene con ser la hooligan del presidente; la segunda, la de Trabajo, incapaz de armar un discurso con sentido, gobierna sin los empresarios solo con su ideología y con unos sindicatos dóciles y fieles, pese a que la temporalidad siga siendo brutal en la Administración y en no pocas empresas y a la realidad de casi diez millones de ciudadanos que viven en exclusión social. A ellos, a los sindicatos, les va bien con este Gobierno. La vicepresidenta tercera ni está ni se la espera. Los ministros que Sánchez ha impuesto personalmente para liderar al PSOE en las comunidades autónomas donde Gobierna el PP son un fracaso absoluto. Y hasta se ha atrevido a poner en la liza electoral a un candidato investigado por la Justicia.

La economía va bien para algunos, pero la presión fiscal crece el triple que la media de la OCDE, las cotizaciones sociales se disparan, los autónomos están en el punto de mira y el Gobierno es incapaz de gestionar los fondos europeos -que han ido mayoritariamente a las empresas públicas- y ha tenido que renunciar a 60.000 millones en créditos porque no es capaz de cumplir los compromisos adquiridos ante Europa.

Muchas de estas actuaciones serían suficientes para convocar elecciones y dar la voz al pueblo. No lo harán hasta que estalle el escándalo final. Todo lo han convertido en una causa polìtica de descalificación del contrario. Y el contrario es el que no hace lo que ellos quieren, el que no calla ante sus tropelías y el que no mira para otro lado ante el desprestigio y la degradación de las instituciones.

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