MADRID 28 Ene. (OTR/PRESS) -
Si celebráramos elecciones cada dos años, en lugar de cada cuatro, no tendríamos ningún problema. El IRPF bajaría cinco puntos en cada convocatoria, las pensiones subirían 100, 200, 300 euros en cada consulta, los 'mileuristas' pasarían a ser 'dosmileuristas' en nada, en fin, un chollo. Otra cosa mala de las elecciones, tal como están concebidas, es que, cuando se celebran sólo se aplica el programa del que ha ganado o, como mucho, un 'mix' de los partidos que pactan. Lo ideal sería que se aplicaran obligatoriamente tanto el del partido que gana como el del primer partido de la oposición. De esa manera, en lugar de restar, se sumaría, y las promesas se doblarían.
En todo caso, éstas son unas elecciones marcadas por la economía. No hay recesión, pero hay miedo creciente a la recesión; se produce una acelerada pérdida de confianza y empiezan a verse muchos restaurantes vacíos por la noche (a mediodía, todavía pagan las empresas). Las Bolsas están agitadas y la mayor parte de los inversores modestos -la clase media- no sabe si retirarse y perder o mantenerse y mirar cada día el periódico con pánico. Y luego están las hipotecas, los préstamos, el déficit exterior galopante... Ahora, con FITUR en puertas, vamos a tomar la temperatura a un sector fundamental para equilibrar nuestra balanza de pagos, aunque ya casi aportamos tanto los españoles como los extranjeros...
En todo ese panorama, lo único bueno son las promesas electorales. Que Rajoy anuncia rebajas en el IRPF, Zapatero dice que más. Y al revés. Si unos y otros hubieran en hecho antes lo que prometen ahora, tal vez la economía hubiera ido mejor y no tendríamos esta sensación, real o ficticia, de crisis. Pero sobraría la campaña electoral y sin ellas la vida no tiene sentido.
En ese gran debate económico que se nos ha venido encima, los protagonistas son los ciudadanos y las Administraciones. A ver quién promete más a más colectivos con voto. Pero aún no hemos escuchado propuestas concretas, claras, valientes para los pequeños y medianos empresarios que forman mayoritariamente el tejido empresarial español y que se juegan cada día su fortuna. En las pymes está la creación de empleo y de riqueza, la dinamización real de la economía. Las grandes empresas, que son muy importantes, tienen capacidad para defenderse. Las pymes son esenciales para la economía. Y más débiles. Pero los políticos, todos los políticos, se olvidan de ellas.
Francisco Muro de Iscar