Publicado 25/02/2021 08:03

Isaías Lafuente.- Catálogo de ausencias

MADRID, 25 Feb. (OTR/PRESS) -

El Congreso de los Diputados conmemoró los 40 años del 23F. Al acto asistió el rey Felipe, que reivindicó el papel de su padre en aquel angustioso día en el que una joven democracia se enfrentaba a un puñado de golpistas que pretendían dar marcha atrás al reloj de nuestra historia. No lo tenía fácil el monarca. Si hubiera evitado la referencia, su silencio habría resonado atronador. Aunque al hacer presente a su padre con sus palabras, la ausencia del expatriado y las razones de su huida adquirieron una perturbadora presencia.

Un puñado de partidos, ERC, EH Bildu, Junts, PDeCAT, CUP y BNG se negaron a acudir al acto porque consideraban que no era más que una ceremonia para blanquear la figura de Juan Carlos I y para presentar como una victoria de la democracia lo que en realidad fue una "operación de Estado" para "blindar el régimen del 78". Tampoco acudió el representante del PNV y justificó el plante por la negativa a reformar la ley de Secretos Oficiales, que es un deseo razonable, aunque no sé si suficiente como para evitar la presencia. Pablo Iglesias sí que acudió, pero guardó sus aplausos para mejor ocasión, sin saber muy bien a qué no aplaudía.

Pero junto a este catálogo de ausencias, destaca el perfil de las presencias. Con dos mujeres presidiendo el Congreso y el Senado, un vicepresidente de Gobierno republicano, un presidente de un gobierno de coalición de izquierdas, el primero tras el que derrocó Franco con su golpe de estado y una generación de líderes políticos que eran unos niños o estaban en el vientre de su madre el día en que Tejero asaltó el Congreso.

Ciudadanos que se han hecho adultos en libertad y que se han convertido en representantes de sus compatriotas gracias a una democracia y a una Constitución, siempre perfeccionables, que pudieron saltar por los aires aquel 23 de febrero de 1981. Así que había motivos para la celebración del pasado, como los hay para exigirles, a los presentes y a los ausentes, que trabajen para restaurar las costuras que van saltando con el paso del tiempo, para proteger lo mucho conquistado, para perfeccionarlo, para modificarlo y para construir diques de contención que impidan nuevos intentos de involución de los que una democracia no está nunca suficientemente vacunada. Con el mismo espíritu y con la misma altura política que, en tiempos más difíciles, demostraron entonces quienes décadas antes se estaban matando.