Actualizado 12/03/2010 13:00

Isaías Lafuente.- Al menos como hipótesis.

MADRID 12 Mar. (OTR/PRESS) -

Cuando Garzón aparece, una parte de España se divide. Las porciones mantienen cierto equilibrio, pero no son inmutables. Quienes hoy quieren elevarlo a los altares, cargaban contra él hace unos años. Y quienes hoy desean crucificarlo, consideraban hace tres lustros que era una especie de superhéroe. Después está el resto del país, ciudadanos no adscritos que consideran que es perfectamente posible que un juez con una hoja de servicios bien cumplida pueda cometer un error, incluso un delito; o que una instancia como el Tribunal Supremo, inapelable en sus sentencias, pueda tener deslices en alguna de las instancias del procedimiento. Personas que defienden la separación de poderes y la independencia de los jueces como premisas del Estado de Derecho sin que eso les impida observar con estupefacción cómo a algunos jueces no les importa exhibir la camiseta partidista o cómo algunos políticos intentan desdibujar las líneas rojas de su competencia.

Incluso hay gente más primitiva que aún considerando a Garzón un juez cargado de imperfecciones se siente visceralmente identificada con él cuando contemplan la calaña y los oscuros intereses que defienden los querellantes.

Cuando Garzón se sitúa en el centro de la actualidad es tanto el ruido que generan los debates accesorios que es difícil intentar profundizar en el fondo de la cuestión. Y la esencia del problema está en dilucidar si cuando el juez intentó averiguar, a petición de las víctimas, su competencia para investigar los crímenes del franquismo o cuando ordenó intervenir las comunicaciones de los imputados en la trama Gürtel con sus abogados, por ver si las conversaciones excedían el derecho de defensa y entraban en el ámbito del delito, estaba tomando medidas dignas de recurso o de querella.

Cuando el magistrado Adolfo Prego admitió a trámite una de las querellas contra Garzón fundamentó su decisión en que, en principio, la conducta del juez podría considerarse prevaricadora, "al menos como hipótesis". Ante suprema argumentación se nos permitirá que otros podamos considerar, "al menos como hipótesis", que cuando Garzón tomó las decisiones que hoy se le reprochan por la vía criminal lo hizo con buena fe, y con vocación de hacer justicia y perseguir eficazmente al delincuente.

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