Actualizado 21/11/2006 01:00

Isaías Lafuente.- A quién molesta la memoria

MADRID 21 Nov. (OTR/PRESS) -

Cuando el año 2006, declarado por el Congreso de los Diputados Año de la Memoria Histórica, entra ya en su recta final, en el Congreso de los Diputados termina hoy el plazo de enmiendas al proyecto de Ley sobre la Memoria que ha impulsado el gobierno para dar respuesta a algunas de las reclamaciones de las víctimas de la dictadura de Franco y de la guerra civil. Para muchos, el proyecto ha quedado corto. Quienes lo creen, afirman que nunca se hará suficiente justicia con los represaliados si no se revisan los sumarios por los que miles de ciudadanos fueron condenados a muerte o a fuertes penas de prisión por tribunales de excepción y en virtud de una legislación de excepción. Es verdad que un sistema judicial como el nuestro, que no da de sí para gestión los procesos presentes, difícilmente puede asumir de golpe la revisión de miles de sumarios pasados. Pero también es verdad que repugna al sentido común que no pueda encontrarse una fórmula que permita recuperar la dignidad de quienes fueron acusados de "rebelión militar" cuando lo que hicieron fue defender la legalidad vigente frente a quienes sí se rebelaron contra ella, o de aquellos otros sentados en el banquillo, encarcelados o condenados a muerte por las gravísimas acusaciones de ser "militante o concejal" de un partido de izquierdas, "ser de condición libertaria", "ser maestro propagador de teorías izquierdistas o ateas" o "haberse alineado en las filas del ejército rojo frente al Glorioso Movimiento Nacional.

Otros aspectos polémicos de la ley se refieren a la retirada de símbolos franquistas de nuestras calles o al proceso de identificación, localización y posible apertura de las fosas comunes en las que permanecen enterrados decenas de miles de conciudadanos setenta años después. También aquí algunos creen que la ley se queda corta frente a otros que afirman que se pasa. Entre estos últimos encontramos a los que llevan años sometiendo nuestra historia a un proceso revisionista y, sorprendentemente, al principal partido de la oposición que cree que con estas cosas sólo se reabren viejas heridas. El problema es de enfoque. Recuperar la memoria y la dignidad de los perseguidos por el régimen de Franco no reabre herida alguna, tan sólo contribuye a cerrar algunas que aún permanecen abiertas.

La Transición propició el absoluto perdón a los verdugos sin que paralelamente se propiciase el absoluto reconocimiento al dolor de las víctimas y la absoluta reparación de su memoria y de su dignidad. No se hizo no porque no hubiera razones objetivas para hacerlo, sino porque había razones objetivas para no hacerlo, en una democracia joven con las estructuras de poder aun controladas por cuadros franquistas. El riesgo de involución que entonces pudo existir, hoy ya no existe. Y sólo quienes pretenden salvar la cara al dictador pueden justificar que miles de ciudadanos asesinados permanezcan enterrados en cunetas o bajo fosas comunes sin identificar, mientras quien propició la matanza descansa bajo el altar mayor de una basílica cristiana mantenida por el Patrimonio Nacional, es decir, pagada entre todos, incluidos sus víctimas.

Isaías Lafuente.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Charo Zarzalejos

Cuando la realidad atropella

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Por qué esta Constitución ya no nos sirve (del todo)

Foto del autor

Luis Del Val

Uñas pintadas como obligación

Foto del autor

Julia Navarro

El perdón