Actualizado 29/10/2008 01:00

Isaías Lafuente.- Sólo vida

MADRID 29 Oct. (OTR/PRESS) -

Conocí a Izel y Erine el pasado fin de semana, ojeando la prensa dominical. El País publicó su foto para ilustrar un reportaje sobre los cuatro niños seleccionados genéticamente y nacidos en España para salvar a sus hermanos enfermos. En su caso es la pequeña Izel la que lleva en su cuerpo la carga de células que ha permitido salvar a su hermana de una muerte segura por la leucemia que padecía. Dicho de otra manera, en la foto alternativa, aquella en la que no estuviera Izel, seguramente tampoco estaría a estas alturas su hermana Erine. Y la madre, Esther González, una mujer hoy feliz con sus dos hijas en brazos, en estos momentos sería una persona intentando digerir impotente la peor de las muertes: la desaparición prematura de una hija pequeña. Se pregunta la madre qué más se le puede pedir cuando ha salvado una vida y ha dado a luz otra. Y la respuesta es simple: nada.

Muchos de quienes se oponen a estas técnicas lo hacen desde la fe religiosa. El activismo de la jerarquía de la Iglesia católica es conocido, y resulta sorprendente toda vez que su historia se asienta sobre un procedimiento de fecundación milagroso y sobre la generosidad de un hombre extraordinario dispuesto a dar la vida por sus hermanos. Poco más o menos lo que ha hecho la pequeña Izel. Alegan que para dar una vida no se pueden destruir otras, dando consideración de personas a los embriones desechados en el proceso de selección. No cabe duda de que sobre el origen de la vida tenemos muchas cuestiones no resueltas. Y las debemos de tener todos, al margen de nuestras creencias, porque nunca he asistido al funeral de un embrión o del feto producto de un aborto.

Conozco a algunas parejas cercanas que se han sometido a un proceso de fecundación artificial. He seguido su duro proceso, sus sacrificios, su pundonor para superar los frustrantes contratiempos de los sucesivos intentos, el dolor físico y psíquico de las mujeres sometidas a tratamiento... Un acto supremo de generosidad con el único objetivo de dar vida. Por mucho que se empeñen algunos, jamás vi en ellos la reencarnación de Herodes, ni al mirar a sus hijos imaginé la muerte. Sólo vida, la misma que rezuman Izal y Erine cuando la mayor abraza a la pequeña como queriendo decir: "gracias, ahora te cuidaré yo a ti".

Isaías Lafuente.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Francisco Muro de Iscar

Políticos, ¡convertíos!

Foto del autor

Fernando Jáuregui

La interesante 'doctrina Armengol'

Foto del autor

Victoria Lafora

Hoy se zurran, mañana pactan

Foto del autor

Carmen Tomás

30.000 millones de gasto en un mes