Publicado 07/03/2023 08:01

Luis del Val.- Campeonato de soberbias

MADRID, 7 Mar. (OTR/PRESS) -

No me preocupa demasiado que haya soberbios en el Gobierno, pero comprobar el alto porcentaje de soberbios por hectárea, en Moncloa, incita a una cierta preocupación. También es cierto que hay tal número de ministros exhibiendo su complejo de superioridad, que facilita el estudio al estar representadas casi todas variedades.

Una de las soberbias más reconocidas es la de Irene Montero, que exhibe la característica más elemental del "superbus cum laude": no puede equivocarse. Si no puede equivocarse, y casi la totalidad del resto del mundo ha dictaminado que sí, que se ha equivocado, es que se ha equivocado la casi totalidad del mundo.

Se han equivocado los jueces prevaricadores por machistas (la mayoría de los jueces son mujeres), el Tribunal Supremo, los socios de Gobierno, y todo aquél que no proporcione su aquiescencia a la soberbia titular. Esta reacción empecinada no nos asombra, porque la exhibe con frecuencia Pedro I, El Mentiroso, pero sigue llamando la atención por su espectacular evidencia.

La soberbia de Nadia Calviño es de carácter didáctico y, cuando todo el mundo le contradice y declara que las cesta de la compra cada día es más cara, ella tiene la condescendencia de explicar que no es así, porque ella va a hacer la compra, y ha constatado que los precios han bajado. ¿Quién va a tener razón: ella, con lo que sabe, o las personas comunes que no tienen su formación?.

Todo soberbio es autoritario, pero a quién más se le nota es a María Jesús Montero, sobre todo cuando, defendiendo la ley que puede transformarse en el "sí es sí de la Paridad", sin ningún disimulo, sin un ápice de cortesía, eructó eso de que "los partidos tengan que meter a las mujeres por narices". Podía haber dicho por ovarios, o por testículos, pero eso es más de Ione Belarra, la soberbia tabernaria, sin complejos -excepto el complejo de superioridad- que, en ocasiones, produce casi ternura, cuando desgrana argumentos para insultar a una de las empresas más importantes de Europa con discurso de catecúmena marxista, vintage, a pesar de que ya estamos en el siglo XXI.

El problema de nuestros soberbios es que su complejo de superioridad -para continuar y fortalecerse- precisa de la aquiescencia obsequiosa de los colaboradores más próximos. Y, asimismo, recibir el reconocimiento admirativo, que están convencidos de merecer. En ese sentido, con Pedro I, El Mentiroso, estamos tranquilos, porque no para de rodar documentales, donde se le ve con gente corriente, o sea, afiliados al PSOE, jugando a la petanca o hablando del salario mínimo.

El problema va a ser con la soberbia Irene que, encima, no ha recibido ni siquiera un ramo de flores o una postal de agradecimiento de los casi 800 violadores, que han visto rebajadas sus penas, o de los casi 100 que ya están en la calle. Hay que tener cuidado, porque de la soberbia y de la droga no puede nadie salirse de un día para otro. Es necesario que alguien comience con sutiles advertencias, aun a riesgo de que sean cesados por los soberbios aludidos. Pero así es la vida de dura. Sobre todo cuando está llena de soberbios.

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