Actualizado 12/04/2013 14:00

Luis Del Val.- La conocida gamberrada de Tardá.

MADRID, 12 Abr. (OTR/PRESS) -

Debo confesar que Su Señoría, el Ilustrísimo señor don Joan Tardá, Diputado al Congreso de los Diputados del Parlamento español, me produce una gran compasión, una inmensa piedad. Que un señor ya tan mayor, que el próximo septiembre cumplirá 61 años, tenga que doblegarse, legislatura tras legislatura, a la gamberrada habitual de hablar en catalán, sabiendo que no le va a entender una gran parte de sus compañeros, es merecedor de nuestra clemencia. Porque un licenciado en Filosofía y Letras se supone que es una persona con suficiente educación como para no cometer groserías. Tengo familia en Cataluña. Algunos no son licenciados, pero siempre que estoy presente en la conversación, rompen a hablar en castellano por cortesía y deferencia, y porque carecer de título universitario no les quita la buena educación.

Este pobre catedrático de enseñanza media, en aras del aplauso de sus colegas de nacionalismo, se ve en la obligación de hacer el payaso un rato, sea con un presidente socialista, sea con el actual, da lo mismo, para que le apliquen el reglamento y se vuelva a su escaño con la aureola del reprimido, porque cualquier tonto contemporáneo confunde la gamberrada con la machada.

Por si fuera poco, el desdichado Tardá imparte clases en un instituto que lleva el nombre de un miembro de la Real Academia Española. ¡Sea usted catedrático de Lengua Catalana, en el Instituto Esteve Terradas, un catalán que fue miembro de la Academia de la Lengua Española!

Pero, bueno, al fin y al cabo, pocos saben quién fue el ingeniero y matemático Esteve Terrada i Illa. Lo que sí se sabe es quien es Joan Tardá, este hombre digno de lástima que, como los animalitos amaestrados del circo, tiene que repetir, todas las legislaturas, un número, -¡hale, op!- cuyo final ya conoce el público. ¡A qué tremendos sacrificios, a qué humillaciones tan soeces obliga el nacionalismo!

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