Publicado 05/10/2013 12:00

Pedro Calvo Hernando.- Fabra y Berlusconi.

MADRID 5 Oct. (OTR/PRESS) -

Hay fronteras en la política que jamás deberían ser traspasadas por sus protagonistas o que, de serlo, nunca debería eso ser aceptado por el cuerpo de electores. Desgraciadamente, con excesiva frecuencia no es así ni lo uno ni lo otro. En estas horas asistimos a dos ejemplos paradigmáticos, uno dentro y otro fuera de España. Es claro que me refiero al juicio contra Carlos Fabra y al escándalo protagonizado por Silvio Berlusconi. Uno y otro se han ganado un lugar privilegiado en el mapa de la corrupción (presunta en un caso, apodíctica ya en el otro). Hablamos de conductas incompatibles con los fines de la acción política, que son el servicio al pueblo y jamás a los intereses propios o de casta. Pero hablamos también de comportamientos absolutamente inaceptables por parte de algunos sectores de los electorados, que han seguido apoyando a los indignos (presuntos, etc.) sin que nos explicasen las razones y ni siquiera sin que nos contasen qué es lo que obtenían con el acto de votar y apoyar a quienes la opinión pública ya había catalogado perfectamente.

Es bochornoso que nuestros dos protagonistas hayan sobrevivido políticamente durante años y años, cualesquiera que fuesen las razones de tal fenómeno, encontrables en su poderío personal y de grupo, en el mal funcionamiento de las instituciones judiciales o en el mencionado apoyo del cuerpo electoral. Es una inmensa vergüenza ver cómo tantos señalados seguían ganando elecciones, incluso por mayoría absoluta, sin que los sistemas se vinieran abajo e incluso con el acompañamiento político y mediático que hemos contemplado y lamentado. En el caso concreto de Fabra, pudo decir aquello de que en las urnas el pueblo le había absuelto. Y en el caso de Berlusconi, vimos cómo manejaba los hilos de un Estado, con un ejército de fieles a su servicio y con una vergonzosa quinta columna mediática que hacía que no supiéramos dónde meternos los desdichados mortales que nos dedicábamos a esto del periodismo. El final político de uno y otro protagonistas, ¿será el comienzo de la regeneración y la limpieza? Dios lo quiera.

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