Publicado 25/12/2025 08:03

Rafael Torres.- El Belén de Albiol

MADRID 25 Dic. (OTR/PRESS) -

Puede que Xavier García Albiol tenga un belén en su casa o un árbol cuajado de luces y abalorios, que haya compartido la pantagruélica cena de Nochebuena con su familia o sus amigos con la calefacción a tope, y hasta que haya acudido a la Misa del Gallo que rememora y celebra para los cristianos el nacimiento de su redentor, pero todo eso, en él, como en tantos de su cuerda farisea, es pura comedia. No sabe ese mal alcalde y peor ciudadano que la criatura del belén es un migrante que se hiela bajo un puente. El buey y la mula que le dan su calor valen, no hace falta decirlo, infinitamente más que ese tipo inhumano.

Xavier García Albiol, de padre inmigrante pero se le debe haber olvidado, arrojó a la calle en vísperas de la Navidad a unos cuatrocientos seres humanos del destartalado inmueble donde se guarecían por carecer de otro techo, un viejo instituto abandonado. Casi todos, negros. Todos, pobres. Como el niño Jesús del pesebre que tal vez Albiol tiene en su casa, que también era negro, y blanco, y amarillo, y aceitunado, y más pobre que las ratas. Los dejó a la intemperie, con su policía prohibiéndoles hacer una fogata para calentarse, y todo ello amparado en una orden judicial que interpretó a su antojo, quedándose con la parte del desalojo por las bravas y obviando la que, seguidamente, le obligaba al realojo alternativo de los expulsados y a la atención de sus necesidades más básicas.

Tras varios días a la intemperie, ateridos bajo un puente, socorridos por vecinos que con sus mantas y su comida caliente acreditaban ser personas, una parroquia, la de la Mare de Déu de Montserrat, se apiadó de ellos y les abrió sus puertas, pero hasta ellas llegaron antes los seguidores de Albiol, que también deben tener un nacimiento y un árbol en sus casas cálidas, para impedirles el paso. Y se lo impidieron, y luego, cuando las personas que acreditan su condición de tales salieron a las calles de Badalona a expresar su repudio a la inhumanidad de Albiol y de los suyos, éstos se les encararon agresivamente.

En tanto la Generalitat de Illa buscaba, tarde, algún remedio, y la Fiscalía investigaba los hechos, y las denuncias en los juzgados contra el proceder de Albiol comenzaban a menudear, el fariseo se paseaba por la televisiones alardeando de su infame acción trumpiana. Al parecer, puede haber cometido cuatro delitos de los contemplados en el Código, pero ni creo que la justicia le alcance ni que entre ellos se encuentre el muy grave para un cristiano de no haber reconocido, en aquellos que maltrata y persigue, a Dios.

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