Crítica de La isla mínima, la joya del noir patrio

La isla Mínima
Foto: WARNER BROS.
La isla mínima La isla mínima Atresmedia Cine / Atípica Films La isla mínima
Actualizado: viernes, 26 septiembre 2014 13:18

MADRID, 26 Sep. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

   Lo mejor que le ha pasado al noir patrio en el último lustro tiene nombre: La Isla mínima, una película imprescindible dirigida por Alberto Rodríguez y protagonizada por unos inmensos Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez.

   Alberto Rodríguez llevaba ya varios años avisando. El traje, 7 vírgenes, Grupo 7... y al fin, en este 2014 tan exitoso para el cine español, ha dado el estacazo con un grandioso thriller policiaco de secuestros y desapariciones ambientado en un pueblo perdido de las marismas del Guadalquivir.

   Un microcosmos asfixiante y turbio de admósfera espesa, aguas enfangadas y rostros hoscos es el escenario ideal para una oscura trama en el que Rodríguez nos zambulle a golpe de plano cenital. A este remoto rincón de Andalucía llegan Pedro (Arévalo) y Juan (Gutiérrez), dos policías enviados desde Madrid para intentar esclarecer, cuanto antes, la misteriosa desaparición de dos jóvenes hermanas.

   Los dos compañeros -que no amigos- tendrán que ensuciarse las manos y escarbar en las miserias de una comunidad opaca y hostil si quieren encontrar algo que los lleve tras la pista de las desaparecidas.

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   Sin inventar nada, pero puliendo todos los mecanismos del género hasta rozar la pefección, La isla mínima se erige como el deslumbrante exponente español de ese 'subgénero' de thrillers pantanosos, de gran tradición en Hollywood y que tiene su último ejemplo notable en Mud, cinta protagonizada por Matthew McConaughey.

   Mientras lanza sin disimulo homenajes a Truman Capote o Roberto Bolano, Alberto Rodríguez hace del Guadalquivir su Missisippi, de Andalucía su Louisiana, y de Arévalo y Gutiérrez sus 'True Detectives' integrando perfectamente el contexto socio-político de la España de principios de los ochenta, su gente y sus particularidades, en una historia oscura y sórdida.

   El propio Rodríguez ha confesado que descubrió la serie de Matthew McConaughey y Woody Harrelson con el rodaje ya finalizado, pero no oculta la influencia de cintas como Conspiración de silencio, Memories of murder, Seven o incluso Arde Mississippi a la hora de armar este coloso del cine negro, un thriller pulido hasta la brillantez en el que todo funciona como un reloj.

MÍNIMA E INMENSA

   En sus más de 100 minutos La isla mínima nos deja muchas señales que evidencian que estamos ante algo más que una buena película de policías. Una dirección magistral y muy eficaz, una maravillosa ambientación y un soberbio guión con la pausa y la intensidad justa y que dibuja con trazo decidido y sin adornos innecesarios una historia absorbente y unos personajes perfectamente definidos y mejor interpretados.

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   En este punto es justo y necesario insistir en el adjetivo que encabeza estos párrafos: Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez están INMENSOS. Especialmente este último. Su espléndido y a ratos inquietante trabajo atufa a premio.

   Sus personajes, dos policías antagónicos en métodos e ideología pero condenados a entenderse, son certeras personificaciones de las dos Españas de la Transición: la que miraba hacia el futuro y la que volvía constantemente su vista atrás.

   El fantástico buen hacer de Arévalo y Gutiérrez se nos sirve arropado por excelso plantel de secundarios capaces de mejorar la escena con su réplica. Un elenco en el que destacan los padres de las desaparecidas: un breve pero contundente Antonio de la Torre y una Nerea Barros escueta pero conmovedora. Suya es la mirada que más dice y acongoja de toda la película.

   Y no olvidemos que hablamos de la que tiene todas las papeletas para ser la mejor película española del año y  -muy posiblemente y con permiso de leyendas como El cerco, A tiro limpio, La familia de Pascual Duarte. Perros callejeros, El crack o la más reciente No habrá paz para los malvados- el mejor y más perfecto thriller rodado en nuestro país. Sin ciénagas ni pantanos, sino con marismas y arrozales.