Publicado 14/03/2014 12:33

Eva Kreisler: "No tenemos garantías de que la ropa que compramos no ha sido producida en condiciones de explotación"

Protestas Rana Plaza Bangladesh
PICASA/SOCIAL&SOCIAL

El consumo de productos textiles no debe ser sinónimo de mano de obra esclava ni de materiales de baja calidad y poco respetuosos con el medio ambiente. Así lo afirman desde Social&Social, que recientemente celebró en Madrid una jornada sobre esta temática que reunió, entre otros ponentes, a Eva Kreisler, coordinadora de la Campaña Ropa Limpia en España, y a Enrique Quintanilla, de la Campaña Ropa Limpia, que en España coordina SETEM. En esta entrevista, nos detallan la labor de este movimiento.

.- El 24 de abril del pasado año, el movimiento internacional que demanda unas condiciones de trabajo dignas para los empleados del sector textil en los países empobrecidos se convirtió en un tema de máxima repercusión mediática tras el colapso del Rana Plaza en Bangladesh, edificio que albergaba varios talleres que producían en condiciones infrahumanas para conocidas marcas de ropa occidentales. Casi un año después de aquellos hechos, ¿han mejorado las condiciones de los trabajadores del textil en Bangladesh?

Eva Kreisler: Rana Plaza es reflejo de los problemas estructurales que tiene la industria global de ropa. Las condiciones de trabajo siguen caracterizándose por una fuerte represión sindical, salarios ínfimos, jornadas muy largas de trabajo y fábricas inseguras, entre otros problemas. Esto no se puede corregir en diez meses, no obstante, ha habido progresos: gracias a una intensa campaña internacional y a una propuesta sólida y realista que se había trabajado durante años por parte de sindicalistas de Bangladesh y colectivos como la Clean Clothes Campaign se firmó el "Acuerdo sobre Seguridad en la Construcción de Edificios y de Sistemas contra Incendios en Bangladesh". A día de hoy lo han firmado unas 150 marcas internacionales. Es un acuerdo vinculante legalmente que otorga un papel central a los/as trabajadores/as y sindicatos, obliga a realizar inspecciones independientes en las fábricas y a llevar a cabo las renovaciones y reparaciones necesarias. Las empresas internacionales firmantes deben contribuir económicamente a costear la ejecución del Acuerdo. Bien implementado, permitirá mejorar la seguridad de unos dos millones de trabajadores/as y terminar con la macabra serie de incendios y derrumbes que han segado tantas vidas en la industria de ropa de Bangladesh.

La presión internacional también contribuyó a que el gobierno de Bangladesh aumentase el salario mínimo que pasó de 38 euros a 50 euros/mes. Es un aumento del 77% pero sigue siendo un salario muy insuficiente (el más bajo del mundo en el sector) que no permite a los/as trabajadores/as costear sus necesidades más básicas. Los sindicatos de Bangladesh pedían 76 euros/mes. Por otro lado, el Gobierno anunció que permitirá los sindicatos sin el permiso de los dueños de las fábricas.

.- ¿Creen que se desarrollará de forma satisfactoria y hasta el final todos los puntos de este acuerdo sobre la seguridad en los edificios?

EK: El "Acuerdo sobre Seguridad en la Construcción de Edificios y de Sistemas contra Incendios en Bangladesh" es un contrato firmado entre las 151 empresas signatarias y los sindicatos de Bangladesh e internacionales. Es un Acuerdo que no tiene precedente. El tiempo que se ha consumido en los preparativos y en el diseño del marco de gobernanza del Acuerdo está siendo largo pero se está yendo lo más rápido posible. Las contrataciones técnicas se han realizado, se han establecido y acordado los estándares de inspección y próximamente se detallará el programa de las inspecciones incluyendo personal, metodología para las inspecciones, número de inspecciones que se realizará por día, semana y mes y otra información relevante. Para más información sobre el Acuerdo se puede visitar 'www.bangladeshaccord.org'.

.- ¿Qué más hace falta, además de dichos acuerdos, para acabar con el trabajo esclavo en el textil?

EK: Por un lado, deberíamos tener un marco jurídico internacional que controle y sancione incumplimientos de los Derechos Humanos --derechos laborales incluidos-- en las cadenas de producción de las empresas transnacionales (en el sector textil y en otras industrias). La deslocalización de la producción, además de abaratamiento de costes, supone deshacerse de responsabilidad en cuanto a la vigilancia de los derechos humanos.

La producción en países con débiles legislaciones nacionales o que se saltan las regulaciones en materias laborales y de seguridad permite que cunda la impunidad. Algunas empresas como el gigante Walmart todavía hoy se escudan en supuestas subcontrataciones no autorizadas para desvincularse de manera obscena de cualquier tipo de responsabilidad hacia las personas que producen su ropa. Hoy en día no hay organismos que penalicen estas actitudes; únicamente se puede recurrir a la denuncia pública y presión social. Actualmente los consumidores no tenemos garantías de que la ropa que compramos no ha sido producida en condiciones de explotación.

.- ¿Los sucesos del Rana Plaza han tenido algún tipo de repercusión más allá de Bangladesh?

EK: Rana Plaza ha sido el accidente más grave de la industria textil. Murieron 1.138 personas y más de 2.000 resultaron heridas de gravedad. Nunca antes la industria de Bangladesh había tenido tanto escrutinio; durante un par de meses todos los ojos estuvieron puestos en Bangladesh. Despertó conciencias de todo el mundo y sirvió de altavoz para denunciar las condiciones de explotación en la industria de ropa en Bangladesh y también en otros países. En Camboya por ejemplo los/as trabajadores/as se están manifestando para reivindicar mejores salarios (actualmente es de 60 €/mes) y han sido brutalmente reprimidos por la policía. Han muerto ya cuatro personas y hay más de 40 heridas.

La atención mediática y la indignación ciudadana son mayores. Este contexto debería servir y en algunos casos está sirviendo para que todos los actores implicados en esta industria colaboren para mejorar las condiciones laborales y evitar el dumping social.

.- En medio de una crisis económica tan acuciante como la que vivimos, ¿cómo se puede convencer a la gente de que debe rechazar la ropa barata que viene de estos países?

Enrique Quintanilla: Desde CRL Campaña Ropa Limpia no promovemos el boicot a ninguna marca, pero sí apostamos por el Consumo Responsable y en la ropa hay mucho trabajo que hacer. En primer lugar creemos que hay que informarse de dónde viene la ropa que compramos (mirar las etiquetas), preguntar en las tiendas y a las marcas las condiciones de las personas que las fabrican... Muchas personas han convertido una parte de su ocio en pasear por las grandes superficies, estamos esclavizados por la moda y la publicidad directa e indirecta de marcas. El precio barato, que es lo primero que miran muchas personas, suele salir caro en un plazo muy corto.

.- ¿Llegará el día en que estas cooperativas puedan competir con las grandes marcas de moda?

EQ: Somos optimistas. En concreto yo trabajo en una tienda de Comercio Justo y veo como cada día hay más gente que primero pregunta pero que también compra. Normalmente somos más que una tienda ya que contamos dónde y por quién está producido y fabricado todo lo que vendemos, las condiciones dignas en que trabajan... La clientela cada vez es más consciente de la importancia de gastarse sólo lo necesario y que lo que necesiten comprar sea de una buena calidad, lo más ecológico y sostenible posible. Es un camino lento pero las personas que lo conocemos vemos los avances y eso nos anima a seguir apoyando a las cooperativas de países del sur.