Um Jalil, refugiada siria en el valle de la Bekaa, Líbano
Foto: Pablo Tosco/OXFAM INTERMÓN
Actualizado: jueves, 9 julio 2015 13:25

MADRID, 9 Jul. (Paula San Pedro, Oxfam Intermón) -

   Nos llevó cuatro días llegar hasta Jordania porque había muchas bombas. Tuve mucho miedo durante el viaje, pensé que no sobreviviría. Además, tuve muchos problemas con mi embarazo y perdí al bebé. Ahora vivo en un campo de Jordania con mi marido y mis tres hijos. No sabemos que hacer porque no hay trabajo, vivimos de la ayuda y ya hemos perdido toda la esperanza de volver a nuestra casa. Sara, 24 años, refugiada siria.

   Creo que para cualquiera que no lo haya vivido es imposible ponerse en la piel de alguien que se haya visto obligado a huir de su país. Y huir implica dejar todas tus pertenencias, tu casa, tus familiares, tus amigos, tus vecinos, tu trabajo dejarlo todo atrás buscando un único objetivo: salvar tu vida.

   Pero eso que para algunos resulta ajeno es la realidad para millones de sirios que viven fuera de su país (por no hablar de los más de 16,7 millones refugiados que hay en el mundo). La cruenta guerra que ha costado ya la vida a más de 210.000 personas desde hace más de cuatro años ha tenido consecuencias dramáticas para toda la población, los que siguen viviendo en el país y los que han optado por irse.

   Son ya cuatro millones de personas las que se han decidido por esta alternativa --por ponerlo en perspectiva es como si las ciudades de Salamanca, Sevilla, Valencia, Bilbao, San Sebastián y Victoria se hubiesen vaciado--. Una cantidad más que significativa en un país de 23 millones de personas.

   Si bien es verdad que millones de personas siguen sufriendo el día a día de vivir bajo la amenaza de las bombas, los ataques, las invasiones en el país... ¿Qué pasa con todos aquellos que han sido capaces de traspasar la frontera?.

GANARSE LA VIDA

   La primera opción de un refugiado es quedarse en la región, especialmente si comparte lengua, cultura y religión, al fin y al cabo es como una segunda casa. Esto explica, en parte, por qué el 90 por ciento de estos cuatro millones se concentran en Jordania, Líbano y Turquía.

   Algunos de estos refugiados decidieron irse al principio del conflicto pero en estos más de cuatro años el goteo de familias enteras huyendo no ha dejado de incrementar. En países como Líbano, la población ha aumentado en un 20 por ciento, tensando al máximo la capacidad del país de hacer frente a esta avalancha de personas. Ante estas circunstancias ¿qué hace un refugiado?

   Lo primero de todo es poder ganarse la vida. Esto se ha convertido en casi una utopía inalcanzable para la mayoría. Las familias han agotado sus ahorros y mal viven con la ayuda y con lo que pueden sacar haciendo trabajos informales. Pero es peligroso trabajar en países como Jordania donde sin permiso de trabajo el riesgo a ser deportado o explotado es enorme. El resultado es vivir hacinado en un apartamento carísimo, abarrotado y minúsculo.

   Otra alternativa es vivir de la ayuda humanitaria. Esto no sólo significa superar el difícil escollo de depender de algo que no te lo "has ganado" sino que además esta asistencia es MUY insuficiente para las necesidades crecientes. Las raciones de comida son cada vez más pequeñas y la asistencia sanitaria y la educación son cada vez más inaccesibles.

EL SUEÑO EUROPEO

   Viendo que las esperanzas de llevar una vida digna en estos países limítrofes son cada vez menores, otra opción es buscar otro nuevo lugar donde residir. Pero este es un deseo que muy pocos han podido cumplir, concretamente sólo 400.000 sirios de los cuatro millones han conseguido ser reasentados en terceros países fuera de la región.

   Y esto se explica porque la mayor parte de los países fuera de la región se han desvinculado del problema (aunque hay también ejemplos más esperanzadores como Suecia o Alemania). España es un caso ilustrativo. Hasta la fecha, nuestro Gobierno sólo ha aceptado a 260 refugiados, lejísimos de los 6.536 que nos correspondería según la riqueza de nuestro país.

   Si los procedimientos legales y seguros para buscar cobijo seguro no funcionan, el siguiente paso es poner sus vidas en riesgo. La alternativa más frecuentemente utilizada es coger un barco para cruzar el Mediterráneo.

   Lamentablemente presenciamos en los medios de comunicación cómo la gente arriesga su vida y la de sus hijos en la última etapa de su viaje e irónicamente la búsqueda de un lugar seguro para vivir se convierte en una "aventura" de vida o muerte.

VOLVER A CASA

   Otra vía es volver a Siria. Pero tal y como señala Sara, la mayor parte de la gente ha perdido la esperanza de volver a su país. Nada indica que el conflicto se vaya a acabar pronto.

  El llamamiento de Naciones Unidas para mejorar el acceso humanitario no se ha respetado, la mayor parte de las infraestructuras se han destruido y la economía se desmoronado. El retorno no parece una posibilidad inminente.

   Son cuatro millones de refugiados ya, y todo indica que el número seguirá aumentando. Pero ante esta dramática situación la pasividad no es una alternativa. Nosotros, como ciudadanos españoles, tenemos mucho que decir. Podemos exigir al Gobierno español que, como co líder del dossier humanitario de Siria en el Consejo de Seguridad, promueva las relaciones diplomáticas para conseguir una paz justa y duradera.

   Mientras ello ocurre, España debe acoger a un mayor número de refugiados, para acercarse mínimamente a su cuota y dar así soluciones vitales para las familias sirias. Sara y otros millones de personas necesitan que hagamos algo más.

Más noticias

Leer más acerca de: