Unas 3.000 personas se manifiestan en Madrid para recordar a Carlos Palomino un año después de su asesinato

Actualizado: martes, 11 noviembre 2008 23:49


MADRID, 11 Nov. (EUROPA PRESS) -

Unas 3.000 personas, entre amigos, compañeros, familiares y miembros del colectivo antifascista madrileño se manifestaron hoy en Madrid como señal de homenaje y recuerdo a Carlos Palomino, el adolescente que fue asesinado hace un año en el metro, presuntamente por un militar que acudía a una manifestación del partido ultraderechista Democracia Nacional.

Los convocados portaron varias pancartas distribuidas a lo largo del perímetro de la manifestación, útiles que utilizaron en algún que otro momento para refugiarse de los focos de la prensa que cubría el acto. De hecho, durante algunos momentos de la marcha, la prensa fue increpada e invitada a no tomar imágenes del acto.

Los manifestantes gritaron, durante las dos horas que duró la convocatoria, alegatos contra el fascismo y lemas a favor de la ilegalización del partido Democracia Nacional. Algunos de sus vítores fueron: "Madrid será la tumba del fascismo", "No pasarán", "Vosotros fascistas sois los terroristas", "Televisión, manipulación" o "Ninguna acción sin respuesta".

Asimismo, algunos de los concentrados portaron lemas que aludían a que "no hay mejor homenaje que seguir luchando". En este sentido, se reafirmaron en la idea de que "el día que murió Carlos Palomino nació un fuerte sentimiento de lucha hasta la muerte contra el fascismo y las injusticias y a favor de la clase obrera".

Por ello, recordaron que desde el pasado 11 de septiembre" movimiento antifascista "está más unido y organizado que nunca", y tacharon de "asesino" a Josué Estébanez de la Hija, presunto autor del crimen de Palomino. "Él, como todas las organizaciones de extrema derecha han recibido una respuesta contundente cada vez que han osado volver a dar un paso en unas calles que deben estar vetadas para ellos", indicaron los manifestantes.

A la concentración también acudió la madre del adolescente asesinado, Mavi Muñoz, así como Alejandro, el joven que resultó herido grave al recibir varias puñaladas asestadas por el presunto homicida.

La marcha estuvo vigilada en todo momento por un discreto dispositivo de la Policía Nacional, que incluía, al menos, diez furgones antidisturbios situados en la Glorieta de Legazpi y en la de Beata. Un helicóptero, también de la Policía Nacional, sobrevoló el cielo de Madrid para evitar cualquier incidente. Del mismo modo, los agentes de Movilidad del Ayuntamiento de Madrid se encargaron de reorganizar el tráfico de la zona durante la marcha.

Por último, el acto se cerró con la colación de velas y flores a la entrada del metro de Legazpi, en el madrileño Paseo de las Delicias, y con la lectura de un comunicado en señal de homenaje y recuerdo al joven.

LOS HECHOS Y LAS REPERCUSIONES

De acuerdo con el relato de los hechos facilitado por la Jefatura Superior, minutos antes del inicio de la manifestación convocada contra la inmigración por Democracia Nacional en la Plaza Julián Marías de Usera hace mañana un año, decenas de antifascistas se habían concentrado en los alrededores para boicotear el acto.

Uno de esos puntos era la estación de Metro Legazpi, donde se produjo una tumultuosa pelea entre los grupos enfrentados, por lo que la Policía tuvo que actuar. Los sanitarios atendieron a una decena de personas por cuchilladas y traumatismos, entre ellos el fallecido. El homicida, un militar de 24 años, fue arrestado en el mismo lugar de los hechos.

El suceso originó infinidad de reacciones, como concentraciones y manifestaciones por la capital y otras ciudades españoles. En una de ellas, días después del crimen, se pidió la dimisión de la delegada del Gobierno en Madrid, Soledad Mestre, por permitir las concentraciones de movimientos ultraderechistas.

Unos días después, el 24 de noviembre, la zona de Embajadores fue el lugar de una batalla campal entre ultras de derechas e izquierdas y la Policía. Un grupo de los manifestantes lanzó botellas a los agentes y prendió fuego a los contenedores, por lo que los antidisturbios se vieron obligados a cargar contra la muchedumbre para dispersarla.

Tres meses después se repitió la batalla campal, esta vez en Lavapiés, entre más de dos centenares de antifascistas y neonazis congregados en los alrededores de la plaza de Tirso de Molina, donde ambos tenían previsto manifestarse.