Imagen de recurso de un campo de cultivo - REMITIDA POR LA UGR
GRANADA 11 Jun. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Granada (UGR) han analizado en un trabajo científico las prácticas de cultivo más adecuadas para reducir el consumo de agua y contribuir a frenar el calentamiento global.
El suelo de cultivo ayuda a normalizar la temperatura y su adecuada explotación puede mitigar los efectos del cambio climático. Sobre esta base, este equipo científico de la UGR, en colaboración con investigadores de la Universidad de Wasit (Irak), ha liderado un trabajo que profundiza en el papel esencial de los suelos agrícolas en la transición hacia un planeta más sostenible.
La investigación analiza cómo distintas prácticas de manejo del suelo --el tipo de labranza, la incorporación de materia orgánica, el riego, el uso de acolchados o la rotación de cultivos-- influyen en una propiedad poco conocida, pero fundamental: la capacidad del suelo para regular la temperatura y conducir el calor.
"Esta cualidad es clave para mantener la actividad microbiana, favorecer el crecimiento de las raíces, conservar el agua y mejorar la disponibilidad de nutrientes esenciales para los cultivos", han explicado los investigadores de la UGR y autores de este trabajo, Andrés Caballero Calvo y Jesús Fernández Gálvez, del Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física.
El estudio expone que los tipos de labranza más conservacionistas, como la labranza mínima o la siembra directa, tienden a "reducir la compactación, mantener mayor humedad y preservar la materia orgánica, factores que ayudan a la estabilidad de la temperatura del suelo", según ha detallado la UGR en una nota de prensa este miércoles.
Por otro lado, según los científicos, los sistemas de riego localizado son preferibles por "mantener la humedad del suelo en niveles más estables y evitar grandes fluctuaciones térmicas".
"Nuestro trabajo demuestra que gestionar correctamente las propiedades del suelo aumenta la resiliencia de los cultivos ante eventos climáticos extremos, mejora la eficiencia en el uso del agua y contribuye a una agricultura más sostenible y productiva", han especificado los científicos de la UGR.
El cambio climático provoca que los extremos térmicos y la escasez de agua sean cada vez más frecuentes. Conocer y manejar adecuadamente la conductividad térmica del suelo puede marcar la diferencia entre sistemas agrícolas vulnerables y sistemas capaces de resistir, adaptarse y seguir siendo productivos. La investigación se alinea con los objetivos de la misión 'Un suelo sano para Europa', iniciativa de la Unión Europea que busca restaurar la salud del suelo en al menos el 75 por ciento de los terrenos degradados del continente, de aquí a 2030.
El estudio subraya también el papel que pueden jugar tecnologías emergentes, como la agricultura de precisión y la modelización geoespacial, para "optimizar diferentes tipos de suelos bajo distintas condiciones climáticas. Las herramientas permiten ajustar las prácticas agrícolas en tiempo real y diseñar estrategias adaptadas a los efectos del cambio climático".
METODOLOGÍA DE ANÁLISIS
Combinando el análisis de más de 140 publicaciones científicas con técnicas avanzadas de modelización espacial, el trabajo ofrece una visión integral de las cualidades del suelo que favorecen la sostenibilidad de los agroecosistemas.
Además, identifica planes de manejo concretos que pueden ser implementados por agricultores y asesores técnicos. También propone líneas futuras de investigación para abordar los vacíos de conocimiento en distintas regiones y tipos de suelo.
"Esta publicación contribuye al esfuerzo global por diseñar una agricultura inteligente y eficiente, capaz de hacer frente a los desafíos ambientales del presente sin comprometer la salud del suelo ni la seguridad alimentaria de las generaciones futuras", han concluido los investigadores.