Cientos de personas presencian la conquista de la Puebla Vieja

Recreación de la toma del Rastrillar en Laredo
ALBERTO LOSA
Europa Press Cantabria
Actualizado: domingo, 11 mayo 2014 14:21

LAREDO 11 May. (EUROPA PRESS) -

Cientos de personas se dieron cita en la villa de Laredo para presenciar la recreación de la batalla para acabar con la ocupación francesa en este municipio de Cantabria, una batalla de la Guerra de la Independencia que se ha lidiado entre el estruendo de cañones y mosquetes en la plaza del Mercado, la plaza de la Constitución y la plazuela del Marqués de Albaida.

En estos puntos se han librado los combates que se han saldado con el retroceso del ejército imperial hasta el arco de San Marcial, en las inmediaciones del Fuerte del Rastrillar. Allí culminará este domingo el ataque sobre una fortaleza clave para evitar la hegemonía francesa sobre la bahía en la que Napoleón, primero, y Wellington después, ambicionaban establecer el 'Gibraltar del Norte', según ha informado el Ayuntamiento de Laredo.

El olor a pólvora y las detonaciones han conseguido recrear un ambiente bélico en el que ha quedado de manifiesto la sucesión de estragos que ocasionan las guerras. Las incontables bajas en ambos bandos han cobrado especial dramatismo con la caída del joven brigadier Diego del Barco, alcanzado en su pierna por metralla de artillería mientras se encontraba en plena arenga a sus hombres.

Ni siquiera la inmediata asistencia brindada por un cirujano de campaña ha evitado percibir la consternación en el rostro de sus subordinados, conscientes de que en este tramo final de la contienda la vida se le escapaba a borbotones a su bravo comandante. El pánico también se ha desatado entre la población civil resistente en la ciudadela -interpretada por distintas agrupaciones culturales de la villa-, que ha salido en estampida del Casco Viejo en cuanto han sonado los primeros cañonazos.

El ambiente pacífico de la mañana, en la que han sido cientos los curiosos que han visitado el campamento militar situado en la Alameda Miramar, apenas hacía sospechar la violenta contienda que se avecinaba. Una tregua que ha servido para conocer de primera mano el modo de vida austero, pleno de privaciones, al que se veían sometidos los combatientes de ambos bandos.

Afanados en sus quehaceres habituales, los talleres de costura, el hospital de campaña, la zona de polvorín y arsenal o el escritorio de los comandantes han despertado la curiosidad entre los recién llegados. Tampoco ha faltado una pequeña fragua para restaurar el armamento, ni el área de cocina, trascendental en contiendas tan duraderas y hostiles como la que se vivió en España a comienzos del siglo XIX. Las indumentarias de las distintas unidades, así como sus banderolas y coronelas han sido otros de los puntos que han centrado el interés de grandes y pequeños.

El disfrute se ha extendido hasta la propia Atalaya, merced a una visita guiada conducida por el historiador Rafael Palacio Ramos, experto en fortificaciones, que ha referido los pormenores de una de las últimas acciones de la Guerra de la Independencia. Allí mismo el alcalde, Ángel Vega, y la concejal de Turismo y Festejos, Laura Recio, han descubierto una placa en recuerdo del Regimiento de Voluntarios de León, una de las unidades que protagonizó el histórico asedio al fuerte.

A primeras horas de la tarde han comenzadon el paso de las tropas, en su desfile desde el gran mercado napoleónico camino de la Puebla Vieja. Las autoridades locales, encabezadas por el alcalde, Ángel Vega, y la concejal de Turismo y Festejos, Laura Recio, han dado la bienvenida a los integrantes del bando español. De entre sus filas ha emergido el historiador Arsenio García Fuertes para explicar brevemente los avatares que rodearon la última gran refriega librada en territorio español antes del final de la contienda.

Ha sido entonces cuando desde el lado francés, apostado en torno al antiguo Ayuntamiento, han comenzado a abrir fuego de artillería contra las posiciones aliadas. La mala fortuna se ha materializado en la irremplazable baja de Diego del Barco, que ha sido retirado de primera línea de combate para sanar sus heridas. La rabia de sus hombres, dirigidos a partir de entonces por el capitán Llorente, les ha llevado a avanzar a la desesperada hacia la plaza de la Constitución.

Allí han comprobado cómo sus enemigos se habían replegado hacia las zonas altas de la Puebla Vieja. En ese instante se ha iniciado un enfrentamiento entre las viejas rúas que ha sido especialmente encarnizado en lugares como la esquina de San Marcial y calle del Medio, así como en Marqués de Albaida. Las escaramuzas se han extendido incluso al interior de algunas casonas que parecían venirse abajo con cada explosión de artillería.

Los más atrevidos han seguido la lucha justo tras las distintas unidades militares, que han dado una soberbia lección de disciplina. Finalmente ambas partes han firmado una tregua de apenas doce horas, que ha permitido hacer un recuento de bajas.

El parón en las hostilidades ha sido aprovechado, ya entrada la noche, para trasladar el cadáver de Diego del Barco desde el arco de San Marcial hasta el viejo Ayuntamiento. Una escena a la luz de las antorchas que apenas podían ocultar la expresión desgarrada de sus hombres.

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