RSC.- Tribuna de Expertos: Kepa Solaun, Socio Director de 'Factor CO2'

Actualizado: lunes, 2 abril 2007 14:04

"2007, encrucijada del cambio climático"


MADRID, 2 Abr. (EUROPA PRESS) -

Puede sonar justificadamente sensacionalista, pero todo indica que 2007 será el año del cambio climático. No me refiero, claro está, a ninguna proclamación oficial, sino a la sucesión de acontecimientos que nos aguardan. El primero es científico y riguroso. El Panel Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático ha preparado una poderosa dosis de malas noticias que administrará en capítulos a lo largo de 2007 hasta la presentación final de Valencia en octubre. Las principales conclusiones ya las conocemos. La especie humana, con sus pautas de comportamiento y modos de vida insostenibles es la responsable, con toda probabilidad, de un fenómeno que a lo largo de este siglo causará graves efectos catastróficos y segará cientos de miles, si no millones, de vidas humanas.

Por otra parte, este será nuestro último año de inconsciente adolescencia. El 1 de enero del año que viene comienza el periodo de Kyoto (2008-2012) donde cada gramo de CO2 emitido a la atmósfera tendrá un valor económico. Las previsiones y políticas de las Administraciones públicas que, hasta ahora, eran valoradas más por su valor pedagógico y ejemplificador, van a orientarse sin duda hacia una eficacia espartana en la reducción de emisiones. Se acerca una "economía de guerra" contra el cambio climático, si se permite la expresión, en la que deberá racionarse y limitarse al máximo emitir CO2 que, en cualquier caso, dejará de ser gratis en prácticamente todas sus manifestaciones. No parece difícil seguir viviendo confortablemente y sonriendo en una economía baja en carbono, pero desde luego no estamos acostumbrados a ello.

A nadie se le oculta que todos estos argumentos, pese a ser poderosos, habrían fracasado fútilmente sin el abono de una última circunstancia, quizás menos rigurosa técnicamente, pero la más relevante para la opinión pública. Me refiero a este invierno anómalo, extraordinariamente cálido y cortado abruptamente por temporales fríos o vientos poco frecuentes. Poco importa, que estos efectos se puedan atribuir o no al cambio climático desde un esquema inductivo riguroso. Lo cierto es que la población española se plantea por primera vez que el cambio climático quizás no sea sólo un fenómeno exótico que asolará catastróficamente países lejanos en épocas aún más lejanas, sino una realidad tangible en su entorno cotidiano en el próximo cuarto de siglo.

SOLUCIONES, SOLUCIONES, SOLUCIONES

A partir de estas constataciones, la siguiente pregunta es "¿y ahora, qué?". Hemos perdido tanto tiempo con sesudas divagaciones sobre el fenómeno del cambio climático que apenas hemos avanzado en la búsqueda de soluciones. Tampoco es extraño, teniendo en cuenta que abordar un fenómeno que está en la raíz de nuestro modo de vida exige cambio culturales complejos. Sin olvidar que los precursores de tecnologías milagrosas nos retrotraen a viejos dilemas no exentos de otras dificultades (como la energía nuclear de fisión) o a futuros prometedores que nunca acaban de llegar.

No podemos abordar un problema actual (y, sin duda, el cambio climático lo es) con herramientas aún no disponibles. Eso limita nuestro radio de actuación a unos pocos ejes de actuación indiscutibles: energías renovables, biocarburantes, gestión forestal, edificación, y pautas de movilidad y consumo. Habrá notado el lector que no hay mención alguna a la industria. Sin duda, existe aún margen para desarrollar política de eficiencia y ahorro en el sector industrial. Sin embargo, es en este ámbito donde la Unión Europea ha centrado mayormente la elaboración de medidas.

En concreto, los sectores industriales más intensivos en emisiones de gases de efecto invernadero están ya sujetos a un sistema de comercio de derechos de emisión que penaliza la contaminación y pone a todo el tejido productivo en la senda de alcanzar reducciones de emisiones allí donde sea económicamente posible. Se podrá discutir sobre las bases de los mercados de carbono y sobre las razones de su evolución irregular, pero es innegable que existe un coste de oportunidad asociado a emitir CO2 en nuestras industrias.

Todo ello nos coloca ante un gran reto frente al cual las Administraciones comienzan a reaccionar. En realidad, no se trata tanto de experimentar con nuevas recetas, cuanto de rescatar ideas de aplicación muy limitada hasta la fecha. El ahorro energético, la construcción eficiente o el fomento de las energías renovables son viejas políticas ambientales que recibirán un impulso decisivo desde la lucha contra el cambio climático.

Para ello, será necesario superar la incansable dificultad de la falta de interiorización de objetivos ambientales en las políticas de otras áreas de la Administración. Debemos ver este proceso como una oportunidad para todos. La integración de las políticas de cambio climático en un marco intersectorial e interterritorial dará nuevos argumentos a los que desde distintas áreas estaban tratando de desarrollar políticas innovadoras encaminadas a la sostenibilidad.

Pero, en último término, tendremos que volvernos hacia nosotros mismos. No hay excusas. El calentamiento global significa que no podemos seguir predicando para unos, recetas que nosotros mismos no aplicamos. Aquí es donde empieza un apasionante viaje hacia el corazón de nuestras pautas culturales y de consumo, y un experimento social extraordinario. Encuestas recientes nos indican que los europeos (y, muy especialmente, los españoles) tenemos conocimientos muy razonables sobre este fenómeno global y sus efectos ¿Estamos dispuestos a cambiar y no sólo a exigir cambios? La respuesta, dentro de muy poco.

Kepa Solaun.

Socio-director de 'Factor CO2'.