El nuevo director general de Intermón Oxfam, Chema Vera, desgrana en esta entrevista los principales retos a los que se va a enfrentar la organización en un contexto de crisis y dibuja sus principales líneas de actuación.
- ¿Cómo se llega a ser director general de Intermón?
Hace falta tener experiencia sobre cooperación y los temas en los que trabajamos, como justicia económica y ayuda humanitaria; hace falta tener alguna experiencia directiva; pero yo creo que, sobre todo, hace falta tener una gran pasión por la solidaridad y por la solidaridad internacional, por esto que va más allá de nuestras fronteras, que se van haciendo borrosas.
En los últimos seis años estuve en un organismo internacional, en la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), que es el organismo que lleva las cumbres iberoamericanas y la cooperación entre los gobiernos de Iberoamérica, entre España y los países de América Latina. Me permitió ver la cooperación desde otro ángulo, un ángulo intergubernamental y no solo desde las ONG. Es una cosa positiva que tengamos experiencias un poco más cruzadas.
- En un escenario de reducción de ayudas, reducción de socios y menos empresas apostando por la RSC. ¿Qué medidas están tomando aparte del ERE de la pasada primavera?
Es una situación financiera dura, complicada, aunque somos parte de la confederación Oxfam, somos el afiliado español. Tenemos que hacer dos cosas: una contención de costes hasta donde sea posible, aunque no hay tanto margen porque las ONG somos austeras 'per se'. No ya porque nos toque, sino porque está en nuestra identidad y en nuestros valores. Siempre puedes hacer menos cosas, pero hay una austeridad de la que ya partes. Y priorización. Centrarnos en unos pocos países, quizá hacer algunos programas menos pero con una intensidad mayor, un impacto mayor. O sea, priorizar aquello en lo que puedas tener mayor impacto, ser muy quirúrgico en lo que haces, aquilatar bien aquellas intervenciones en las que puedes estar.
Hicimos un ERE, cosa que nos dejó en una posición financiera algo más saneada internamente, pero hay que seguir con esa contención y no es descartable que haya que seguir haciendo ajustes de esos costes.
Por suerte, aunque la financiación de administraciones públicas españolas, especialmente de comunidades autónomas y ayuntamientos, está cayendo mucho, las aportaciones de donantes y socios privados están estancadas. Hay una levísima caída del 1 por ciento o algo así. Hay muchas bajas, pero también hay altas que casi casi compensan. Por ahora no hemos tenido una quiebra. Sí en el caso empresas, pero tampoco Intermón recibió tanta aportación de ellas, ni en España hay una tradición de grandes donaciones.
Sí que es verdad que la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) estaba creciendo y la pata de financiación se ha frenado. Hay excepciones buenas, pero es cierto que por ahí llega poco.
Otra parte interesante es que cada vez captamos más financiación de instituciones fuera de España, especialmente la Unión Europea y algunos organismos internacionales y fundaciones. Hay una entrada de financiación que permite que sigamos haciendo programas con entidad.
- En un artículo de hace tiempo en la revista de la Red Ignaciana, hablaba de la importancia de dar a conocer la labor de las ONG. ¿Qué política de comunicación tiene Intermón en este contexto? ¿Va a haber recortes en esta área?
Yo sí que creo que nos toca explicar. Hemos explicado mucho lo que hacemos, pero nos toca seguir haciéndolo, pero no solo a las ONG, sino al conjunto de la cooperación española. Que es una política pública, que se dirige desde la Agencia Española de Cooperación Internacional, que es una buena agencia, que hace buenas cosas. Tendríamos todos que ser más explícitos con los logros, con lo que hemos conseguido, para respaldar esa solidaridad ciudadana, que se ha mantenido de una forma histórica y que aún está en unos niveles suficientemente altos, aunque haya caído. Eso supone explicar logros, qué se hace y por tanto y hablar del coste de no hacer, del coste de inacción. ¿Cuántas vidas no salvas sin una acción humanitaria? ¿Qué procesos dejas caer? Y también hablar de los contextos, y no de los fallos, sino de aquellas situaciones en las que no puedes. Nos toca no solamente explicar más, sino también hacer más partícipe a la ciudadanía de lo que hacemos, abrirnos a las personas no solo como donantes o socios, sino como ciudadanos que se implican.
- ¿Sigue siendo importante la política de comunicación?
Sigue siendo importante y yo creo que lo seguirá siendo, aunque si toca seguir haciendo recortes, pues seguramente habrá que recortar por las vías que sea y ser focalizados en productos potentes, que lleguen. Tenemos que hacer una comunicación integral de los logros, propuestas, de nuestras campañas, de nuestras denuncias y, al mismo tiempo, seguir avanzando en la comunicación bidireccional 2.0, 3.0 o 7.0 o el número que sea antes. Estamos trabajando mucho en redes sociales, pero no solo es estar presente en ellas, que presente está cualquiera, sino cómo estar. Tanto en las redes sociales, como offline, en los comités, con voluntarios, etc. nos abrimos a la participación ciudadana y al fortalecimiento de una ciudadanía crítica, conocedora, informada, que también nos puede favorecer. Sabemos lo que hacemos, pero en los cómos puede haber muchas ideas.
- Aquí se reducen ayudas, pero los países del sur siguen con teniendo necesidades. ¿Qué prioridades tiene en la agenda?
No sé si hay más o menos necesidades, en ciertas zonas hay más y en otras distintas. Nuestras prioridades geográficas son los países con menor desarrollo de América Latina, por trayectoria, por tradición y por acompañar procesos, pero de una forma distinta. Seguimos muy presentes en Centroamérica, los países andinos y el Caribe, Haití, República Dominicana... Haití es un caso singular por su situación y por el terremoto, pero en el resto toca aquilatar aquellos programas que tengan una potencialidad de cambio mayor para América Latina. En estos países empieza a haber unas capacidades, pero hay que ponerlas al servicio de la población empobrecida, en la reducción de la desigualdad extrema. Sigue habiendo mucha pobreza, mucha marginación, mucha exclusión, y nuevos retos.
En África nos concentraremos en los países del Sahel, y en África occidental más Marruecos, con una presencia fuerte en Etiopía y en Sudán, con situaciones duras y diferentes situaciones humanitarias, pero también con algunos programas de fortalecimiento de las capacidades. Y en general, esto es una evolución de la agenda, que tenía una temática marcada por los objetivos del milenio y sus derechos asociados, a una agenda que sigue teniendo estos temas pero va incorporando otros, que tienen que ver con la resistencia a las crisis, a los choques ambientales, a la crisis del cambio climático, a la volatilidad de los precios, a las crisis financieras.
Vamos a enfrentar la desigualdad extrema y no solo la pobreza. Nuestro objetivo es la lucha contra la pobreza desde un enfoque derechos, pero vemos que es muy difícil hacerlo sin luchar contra la desigualdad extrema, porque si no, llegará un momento en el que seguiremos manteniendo a millones de gentes bajo los umbrales sociales: los 900 millones que pasan hambre, los 1.400 que viven con menos de 1,25 euros al día, mientras que habrá un 10 por ciento de altos consumidores que gastarán los recursos planetarios. No da. Tenemos que conseguir vivir todos en un espacio seguro y un espacio justo, que es una franja algo más equilibrada y algo más equitativa.
Es una combinación de marco geográfico y 'resiliencia'. No tener que estar continuamente salvando vidas en una situación extrema, sino teniendo en cuenta que vamos cada vez a unos choques más continuados, a una volatilidad mayor, por lo que la gente tiene que tener unas capacidades mínimas para resistir.