Un ocho de paja y un sombrero Panamá ecuatoriano

Procesadoras de Paja Toquilla. Mujeres de MAPEL
Foto: SALVA CAMPELLO/AYUDA EN ACCIÓN

Europa Press Sociedad
Actualizado: lunes, 24 noviembre 2014 10:37

GUAYAQUIL (ECUADOR), 24 Nov. (De la enviada especial de Europa Press, Isabel Vega) -  

   Si hay algo que escuece en el orgullo nacional ecuatoriano es que el sombrero más famoso del mundo, que se fabrica a lo largo y ancho de este territorio, lleve el nombre de otro país: Panamá. Confeccionado a base de paja toquilla, que nace de un tipo de caña que se clasifica por "ochos", antaño tejerlo era asunto masculino, pero como tantas otras tradiciones de artesanía, hoy pervive gracias a la labor de las mujeres.

   Lo cuenta Julia Escalante, ecuatoriana de 67 años de edad y orgullosa cocinera de paja en la comunidad de Barcelona, en la provincia de Santa Elena, al oeste del país. Es miembro de una cooperativa creada en torno al proyecto de Ayuda en Acción Mujeres de MAPEL, una iniciativa de desarrollo comunitario que les facilitó la infraestructura necesaria para desempeñar su oficio con eficiencia y dignidad.

   La suya es una historia del antes y el ahora. Antes recogía madera donde podía, cavaba con sus manos un agujero en la tierra y la prendía hasta generar el calor necesario como para conseguir que el agua de una olla colocada encima comenzara a hervir. Es ahí donde se cuece la paja toquilla, condición imprescindible para que la fibra adquiera la flexibilidad necesaria. A continuación, la ponía a secar en la primera sombra que encontrase. El sol y la lluvia destrozaban a menudo su trabajo.

Mujeres de MAPEL

   "Antes mis padres iban en burrito a la montaña, traían sus 'ochos' de paja y vendían cada uno a tres sucres (25 sucres eran 5 centavos de dólar antes de que Ecuador adoptase la moneda estadounidense, en el 2000) Se vendía para hacer techos y Sombreros Finos --el sombrero Panamá-- que utilizaban los señores para poder transportar agua. Antes, así, no podrían mandar a los niños al colegio a estudiar. No se ganaba dinero como para eso", relata.

   Según explica, el punto de inflexión se produjo en 1998, hace ya 16 años. "Nos organizamos con todas las compañeras y fuimos a pedir apoyo para montar un proyecto", detalla Escalante a los periodistas españoles de visita en Ecuador en el marco de un programa de la Agencia Catalana de Cooperación con Ayuda en Acción, la entidad que a través del Centro de Promoción Rural de la región, financió la constitución de esta y otras decenas de negocios de emprendimiento femenino en Santa Elena.

Mujeres de MAPEL

   Ahora, forma parte de la microempresa Teresita Esperanza junto a otras siete mujeres. Disponen de un cobertizo con un gran caldero central donde por turnos, cada una va cocinando la toquilla, y de una zona de secadero en el que las fibras se airean al cobijo de la intemperie. Tienen proveedores de madera y de caña y han externalizado el servicio de tratamiento previo de los ochos de paja, dando así trabajo a decenas de mujeres de toda la región. Ya no necesitan ayuda internacional.

"SALIMOS ADELANTE"

   "Comenzamos veinte mujeres y terminamos cinco. Muchas no tuvieron fe ni creyeron que fuéramos a tener este logro, así que se fueron saliendo del grupo. Nos pusieron el horno y la caldera y una asesora de contabilidad y aprendimos lo que era el neto y el bruto. El primer crédito fue de 100 sucres (20 centavos de dólar) para que hiciéramos provisión de paja. Pensábamos que íbamos a ser la parte débil, pero no. Salimos adelante", relata.

   Los turnos empiezan a las dos de la mañana: cada una cuece en torno a 15 o 20 "ochos" de paja al día, tarda de media 50 minutos en cocinar cada uno y entre tres y cuatro días, si hace calor, en secarlos. Por cada fardo de paja que venden reciben 250 dólares de los que después de proveedores y una pequeña aportación al fondo común, se quedan en torno a unos 70. Tienen competencia, otras dos plantas procesadoras nacidas con el mismo proyecto de cooperación, pero se reparten el mercado. Entre las tres, dan trabajo a 93 familias en este rincón junto al Pacífico.

Mujeres de MAPEL

   Sara Prudente, que también trabaja en lo que es ya la Planta Procesadora de Paja Toquilla Teresita Esperanza, incide en el cambio experimentado en "calidad de vida": "Ahora podemos trabajar y lo hacemos para nuestras casas y para que nuestros niños vayan a la escuela". Doña Mercedes, también veterana, añade otro cambio: "Antes estábamos siempre dependiendo de los hombres para que trajesen dinero a casa. Ahora nosotras ganamos nuestro propio dinero".

EL FUTURO ES UN CAMIÓN

   Todas coinciden en que no fue fácil conseguir respaldo en esa emancipación económica. "Antes no nos dejaban salir a ningún lado. Cuando íbamos a reunirnos querían que volviéramos temprano. Era un sufrimiento, nos tenían esclavizadas. Ellos sí salían, sí, pero nosotras no", lamenta Escalante, que recuerda cómo algunas de las mujeres del grupo eran golpeadas por sus maridos por acudir a cursos de formación o a los encuentros de las cooperativistas. "Eso sí que ha cambiado", dice. Algunos de aquellos maridos son hoy sus empleados.

   En la mente de todas, el futuro es un camión y el obstáculo, la burocracia. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, visitó la planta estando de gira por la zona y se ofreció a echar una mano. Las cinco mujeres del grupo le pidieron un crédito blando de 10.900 dólares por cabeza para juntas, poder comprar un vehículo que les permitiese mejorar en logística y comprar más materia prima.

   El camión, de 27.000 dólares, está aparcado en un garaje porque el precio de matriculación es tan alto, que no lo pueden asumir. Han pedido que se les aplique un precio subvencionado, pero necesitan para eso un papel que tarda más de un mes en tramitarse. Y vuelva usted mañana. "Ya parece que se va a solucionar, pero claro, seguimos sin poder sacarlo", dice Sara Prudente, entre risas. En cualquier caso, serán ellas, por sí mismas, quienes consigan arrancarlo.

   Este negocio de emprendimiento forma parte del proyecto de desarrollo comunitario Mujeres de MAPEL que Ayuda en Acción ha venido apoyando con financiación y materiales desde 2008 y que toca a su fin este mes de diciembre, dejando a su paso una organización que integran más de 250 mujeres emprendedoras de ámbitos tan dispares como la limpieza de sardina o las artesanías y que dan digno a otras cientos de personas en sus comunidades.

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