Un largo y peligroso viaje a la escuela

Niñas camino del colegio en Tsholotsho, Zimbabue
Foto: PLAN INTERNACIONAL
 
Actualizado: viernes, 3 abril 2015 10:40

Las niñas se ven especialmente afectadas tanto por la inseguridad como por las tareas que deben realizar en el hogar

   MADRID, 3 Abr. (Por Angela Machonesa, Directora de Comunicación de Plan Internacional en Zimbabue) -

   Mis recuerdos de los días en los que iba a la escuela no son agradables. Las tareas que debía realizar en casa a primera hora de la mañana dejaban mis pequeñas manos congeladas. Pero no podía evitar estos deberes porque garantizaban mi cena después de clase.

   El largo viaje que realizaba por el estrecho camino cubierto por el rocío que serpenteaba a través del cementerio siempre me provocaba escalofríos en el estómago. Mi hermana Sarah, con un semblante valiente, lo recorría conmigo. Sus respiraciones ruidosas y el estricto control de mi muñeca demostraban que también tenía miedo de encontrarse con las brujas. Con el estómago vacío, acabaríamos perdiendo el miedo a los fantasmas. Al menos nunca conocimos a ninguno.

   En las épocas de lluvia era peor. No teníamos paraguas en casa, así que nuestra madre nos hizo impermeables de plástico improvisados empleando los paquetes de azúcar de todo el año. También tuvo que diseñar una bolsa más resistente para nuestros libros. Los impermeables eran demasiado cortos y no llegaban a nuestros pies, así que teníamos que caminar descalzos sobre el barro durante tres kilómetros y después quitarnos el barro pegado a nuestras piernas en un pozo situado junto a la escuela.

   Muchos amigos dejaron de venir a clase. Se les borró del registro, no volví a verlos de nuevo.

   A veces mis pies se hinchaban y se ponían rígidos después de caminar distancias largas, por lo que tenía que parar para descansar. Esto hacía que mi hermana se enfadara, me gritaba y eso me frustraba, aunque entendía su enojo. Y es que los profesores de guardia castigaban a los alumnos que llegaban tarde, y ella siempre estaba en la lista por mi culpa.

Zimbabue

Dos niñas llegan abrazadas al patio del colegio, Zimbaue. Foto: Plan Internacional

   Sin embargo, a Sarah no le duraba mucho el enfado. Tenía que procurar no hacerme llorar. De lo contrario, yo le hablaría a mamá sobre el chico alto que le ayudaba a llevar su bolsa a la escuela. El chico moreno que le dijo a Sarah que disfrutaba acariciando sus pechos y que solía ser desagradable con ella, empujándola hacia el bosque.

IR A CLASE SE CONVIRTIÓ EL ALGO EMOCIONANTE

   Afortunadamente, nuestro padre consiguió que le transfirieran con el Ejército y nos mudamos de nuestro pueblo a un complejo militar que quedaba más cerca de la escuela. Nuestra vida cambió: ir a clase se convirtió en algo emocionante.

   Por desgracia, casi veinte años después, la situación no ha cambiado mucho en mi escuela primaria. El cementerio se ha extendido y los caminos están rodeados de arbustos y hierba alta, especialmente en las épocas de lluvia. En todo el mundo, 62,5 millones de niñas no van a la escuela.

   Yo vivo en la ciudad y me he dado cuenta de que no sólo los niños de las zonas rurales tienen que recorrer largas distancias por malos caminos para recibir su educación, sino que también muchos niños de las zonas urbanas deben andar durante horas hacia y desde la escuela.

   Las chicas de la ciudad también son acosadas tanto física como verbalmente cuando utilizan el transporte público y son asaltadas cuando caminan por senderos remotos. Si bien las experiencias son diferentes de una situación a otra, el resultado es bastante común. No es de extrañar que los padres no estén dispuestos a dejar que sus hijas vayan a la escuela bajo tales circunstancias.

   Cuando sumas los viajes largos a la escuela a las necesarias contribuciones a las tareas del hogar, el impacto sobre la asistencia de las niñas a la escuela es muy alto. A menudo, las niñas optan por comenzar a realizar pequeños trabajos en un intento de obtener ingresos para su familia en lugar de asistir a clase.

   Algunos niños son más propensos a referirse a las interacciones con el sexo opuesto y al cortejo como una de las ventajas del camino al colegio. Sin embargo, para las niñas, los toques de queda para volver a casa y las tareas domésticas que dejan inconclusas inhiben cualquier posibilidad de juego.

   El polvo y la suciedad que provoca el tráfico de vehículos, su congestión y peligros, son otros de los problemas que encuentran las niñas de zonas urbanas en su camino al colegio. Ciertamente, los impactos más negativos de los viajes más largos en el bienestar mental y la salud física de los niños y niñas suponen motivos de abandono temprano de la educación.

MEJORAR EL ACCESO SEGURO A LA ESCUELA

   Los gobiernos y las agencias de desarrollo deben colaborar para crear vías sostenibles para mejorar el acceso seguro a la escuela, especialmente para las niñas.

   Esto incluye una expansión de la oferta de alojamiento para las niñas; experimentos de adaptación del concepto de "bus caminante" para contribuir a que las niñas puedan ir caminando seguras al colegio en las regiones donde existen más peligros de acoso; centros de alquiler de bicicletas en las propias escuelas para ayudar a superar la escasez de bicis disponibles para las niñas en sus trayectos a la escuela; clases de ciclismo, reparación de bicicletas y natación para las niñas, especialmente en las zonas rurales, donde a menudo deben cruzar ríos.

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Niñas caminan al colegio en Chiredzi, Zimbaue. Foto: Plan Internacional

   Más allá del transporte, también se requieren otras medidas enfocadas a reducir el tiempo que pasan las niñas en tareas domésticas, empezando por la mejora de los abastecimientos de agua, de zonas forestales comunitarias y de molinos para las cosechas. De este modo, las niñas tendrán menos trabajo que hacer antes de ir a la escuela.

   Todas estas medidas ayudarían a reducir la propensión de los padres a sacar a sus hijas de la escuela y a sensibilizar a los docentes y autoridades educativas sobre los retrasos debido al transporte y las distancias que recorren para poner así fin a los duros castigos que sufren muchos niños y niñas que llegan tarde a clase.

   Y, en definitiva, pavimentarían el camino hacia la consecución del cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todas las personas.

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